La política de Estados Unidos y México se encuentra en un punto de transformación profunda, con un nuevo reto para la relación bilateral: la consolidación de mayorías unificadas en sus respectivos gobiernos. Mientras Donald Trump se posiciona nuevamente en la Casa Blanca, su partido busca obtener el control de ambas cámaras. Del otro lado de la frontera, el oficialismo mexicano, liderado ahora por Claudia Sheinbaum, ya cuenta con mayorías en el Congreso y, tras una reforma judicial, ha asegurado una amplia influencia en el Poder Judicial.
Para ambos países, esta situación marca un hito: no existen contrapesos sólidos, y ambos presidentes operarán bajo gobiernos unificados con el poder de implementar cambios estructurales con mayor libertad. Sin embargo, ¿cómo afectará esta dinámica a la relación entre ambos países?
La falta de contrapesos y sus implicaciones para la relación bilateral
La falta de contrapesos internos en los gobiernos de ambos países cambia la dinámica de la diplomacia y las negociaciones entre ellos. Tradicionalmente, las diferencias políticas o legislativas limitaban el poder de ambos países para imponer demandas y facilitaban la cooperación al ofrecer una explicación plausible a las restricciones. Ahora, con mayorías unificadas y una capacidad de maniobra interna sin precedentes, México y Estados Unidos enfrentan una relación más directa y de menos márgenes de maniobra, y el diálogo entre sus gobiernos será probablemente más riguroso.
En este contexto, se prevé que Estados Unidos haga mayores exigencias a México en temas sensibles como la migración, el comercio y el combate al narcotráfico. Trump ha dejado claro su interés en implementar políticas agresivas contra los carteles y reforzar la seguridad en la frontera sur. Con una mayoría en el Congreso estadounidense, estas acciones podrían convertirse en proyectos legislativos de rápida implementación.
Por otro lado, México pierde la posibilidad de escudarse en los límites internos para moderar o justificar sus respuestas. La influencia de la coalición de Sheinbaum en el Congreso y el debilitamiento del Poder Judicial indican que el país tiene ahora la capacidad para tomar medidas rápidas en respuesta a las demandas estadounidenses.
¿En qué aspectos podría Estados Unidos aumentar la presión sobre México?
Durante su campaña, Trump insistió en temas que apelan a la base republicana: fortalecer las políticas migratorias y de seguridad y, específicamente, combatir el tráfico de fentanilo, uno de los principales puntos de fricción entre ambos países. Con su retorno al poder, Trump buscará implementar medidas en estos temas:
- Migración: Estados Unidos ha presionado constantemente a México para frenar la migración en su frontera sur. Trump podría demandar un papel más activo en el control migratorio y políticas más estrictas en México para evitar el flujo de migrantes hacia el norte.
- Narcotráfico: El problema del tráfico de fentanilo, que afecta gravemente a Estados Unidos, es uno de los principales retos para la cooperación bilateral. Trump ha amenazado con tomar medidas unilaterales si México no colabora eficazmente en el combate a los cárteles responsables de la producción y tráfico de esta droga.
- Comercio y TMEC: El TMEC, que regula el comercio entre México, EE. UU. y Canadá, ha sido motivo de tensión, especialmente en temas laborales y ambientales. Trump podría impulsar inspecciones o aranceles más severos, usando posibles violaciones de México al acuerdo como justificación.
¿Cómo responderá el gobierno de Sheinbaum?
La presidenta Claudia Sheinbaum, quien evitó en campaña confrontarse directamente con Trump, podría enfrentarse a una difícil tarea. Aunque cuenta con un Congreso alineado y el control sobre el Poder Judicial, no ha definido una política específica respecto a Estados Unidos. A medida que Trump avance con políticas más agresivas, el gobierno de Sheinbaum podría adoptar una postura diplomática más prudente y moderada.
Sin embargo, la concentración de poder en su administración le permitirá actuar con rapidez si las demandas de Estados Unidos lo exigen. En temas como el combate al narcotráfico, es probable que el gobierno mexicano refuerce su presencia en zonas afectadas por el crimen organizado, tanto por la presión externa como por la necesidad de fortalecer la seguridad interna. En términos de migración, la postura de Sheinbaum podría ser más cautelosa, con el objetivo de evitar un conflicto directo con su homólogo estadounidense, pero las demandas del norte podrían llevarla a tomar medidas más restrictivas.
El dilema del federalismo en ambos países
El federalismo es una diferencia clave en este panorama: mientras que Estados Unidos tiene un sistema federal sólido en el que los estados tienen autonomía significativa, México cuenta con un federalismo más débil. Los estados de EE. UU. podrían oponerse a algunas políticas nacionales, especialmente aquellas que impacten directamente en sus economías locales, como aranceles comerciales que puedan afectar la producción o las exportaciones.
En México, en cambio, el gobierno central tiene un control más directo, lo que permite una respuesta unificada, pero limita la diversidad de enfoques en temas regionales.
En última instancia, esta diferencia de estructura podría jugar a favor de Estados Unidos, que puede enfrentar la relación bilateral con México con una mayor diversidad de enfoques y menos limitaciones internas.
El futuro de la relación bilateral en tiempos de mayorías unificadas
La falta de contrapesos abre una oportunidad y un riesgo: tanto Trump como Sheinbaum podrían buscar coordinar ciertos temas o caer en una confrontación que afecte a ambos países. La presión estadounidense podría generar tensiones internas en México, pues algunas medidas, como las políticas migratorias más duras, podrían chocar con la base de apoyo de Sheinbaum. Igualmente, la relación comercial bajo el TMEC estará en constante escrutinio.
Para el futuro de la relación bilateral, el escenario de mayorías unificadas en ambos países es un reto que demandará de sus líderes habilidades de negociación y diplomacia. Sin embargo, ante dos líderes con una agenda nacionalista, la cooperación y el entendimiento entre ambos países serán más complejos. México y Estados Unidos enfrentan un periodo de redefinición en su relación, en el que las políticas de fuerza podrían prevalecer sobre el diálogo.
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