En el este de Madrid, donde los campos de cereal se mezclan con urbanizaciones tranquilas, los vecinos de Villalbilla y Torres de la Alameda libran una batalla que simboliza el dilema de la transición energética en España: ¿cómo avanzar hacia un futuro sostenible sin sacrificar el paisaje ni la vida rural?
Todo comenzó cuando el Boletín Oficial del Estado publicó la autorización para una macroplanta solar fotovoltaica de 70,8 megavatios. Detrás del proyecto, conocido como Envatios XXIV – Fase III, está Smartenergy, una multinacional suiza que planea ocupar 335 hectáreas de terreno agrícola y natural, el equivalente a más de 470 campos de fútbol.
“Energía sí, pero con sentido común”
El anuncio encendió la chispa del conflicto. Los vecinos del Viso, una zona natural muy valorada por su entorno familiar, organizaron reuniones y protestas. La Plataforma para la Defensa del Viso denuncia “falta de transparencia” y advierte sobre efectos ambientales como aumento de temperatura, contaminación acústica y riesgo de incendios.
Su lema —“energía sí, pero con sentido común”— resume la tensión entre el deseo de avanzar hacia un modelo sostenible y el temor a perder la identidad del territorio.
Rechazo político y fractura social
El Ayuntamiento de Villalbilla aprobó una moción contra el proyecto con el apoyo de 17 concejales. El alcalde, José Luis Luque Lorente, aclaró que la planta no se construirá directamente sobre suelo de su municipio, pero sí afectará parcelas utilizadas para accesos y obras.
Mientras tanto, el consistorio presentó un recurso ante el Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) y pidió revisar el proceso. En paralelo, el municipio de Mejorada del Campo optó por negociar con la empresa, logrando reducir el tamaño de la planta un 40% y asegurar compensaciones económicas.
El debate se ha extendido a nivel institucional: la Dirección General de Calidad Ambiental aprobó el proyecto, pero Agricultura lo rechazó por afectar a cultivos leñosos.
El dilema de la transición energética
Según los promotores, la planta podría abastecer a 90.000 hogares. Sin embargo, los críticos sostienen que este tipo de macroproyectos concentran beneficios en las empresas y costes en las comunidades locales.
En realidad, la controversia refleja un problema estructural: Madrid genera solo el 4,8% de la energía que consume, mientras concentra el 11% de la demanda nacional. En contraste, regiones como Extremadura, Castilla-La Mancha y Aragón asumen el grueso de la producción renovable.
El resultado es una transición energética desigual, donde el peso de la sostenibilidad recae sobre los territorios rurales.
Una historia que se repite en toda España
El lema “Renovables sí, pero no así” se ha extendido desde Galicia hasta Andalucía. En Jaén, agricultores se oponen a un proyecto solar que implicaría talar 100.000 olivos. En Galicia, el Tribunal Supremo detuvo un parque eólico por su impacto acumulativo.
Los conflictos comparten una misma raíz: las comunidades locales piden planificación, transparencia y equilibrio. No se oponen a la energía verde, sino a un modelo que sienten impuesto.
Entre progreso y paisaje
El experto en energía Eloy Sanz lo resume así:
“El dilema no es entre progreso o paisaje, sino entre hacerlo bien o hacerlo mal”.
Esa frase podría ser el lema de Villalbilla y Torres de la Alameda, donde los vecinos aseguran que quieren una transición justa.
Su historia pone rostro humano a un debate global: cómo avanzar hacia un futuro sostenible sin dejar atrás a quienes habitan los territorios donde se construye.
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