En las últimas horas de la guerra, un misil iraní impactó el refugio de una familia en Beersheba. Esta es la historia de Eitan, Michal y Noa. El rostro humano de una tragedia.
En el silencio del amanecer en Beersheba, la señal de «fin de la alerta» fue una breve y cruel mentira. Para el soldado Eitan Zacks, de 18 años, y su novia Noa, fue una sentencia fatal. Esta es la historia de la mañana en que un misil los encontró, apenas unas horas antes de que se declarara el fin de la guerra.
La guerra tiene estadísticas: 12 días de conflicto, cientos de misiles, 28 civiles muertos en Israel. Pero la verdadera historia, el costo humano que se esconde detrás de las cifras, se cuenta en los detalles de una sola mañana, en un edificio de apartamentos en la ciudad de Beersheba. Es la historia de una familia destrozada por la última salva de una guerra que estaba a punto de terminar.
Sugerencia: Un collage de fotos de las víctimas: Eitan Zacks, Michal Zacks y Noa Boguslavsky. Rostros sonrientes para contrastar con la tragedia.
La Última Salva
En las horas previas al amanecer del 24 de junio, mientras el cese al fuego negociado por Estados Unidos se acercaba, Irán lanzó una última y furiosa andanada de misiles balísticos hacia Israel. En Beersheba, las sirenas antiaéreas rompieron la noche, enviando a los residentes a sus «mamad» o cuartos seguros reforzados.
Para la familia Zacks, el protocolo era conocido. El cabo Eitan Zacks, un soldado de 18 años en un curso de paramédico, su madre Michal, de 50, y su novia, Noa Boguslavsky, una estudiante de 18 años de la cercana Arad, se refugiaron en su cuarto seguro. Poco después, sonó una señal de fin de alerta. Creyendo que el peligro había pasado, salieron del refugio. Fue un error fatal. Una segunda sirena sonó casi de inmediato, seguida por el impacto devastador de un misil Qader de 400 kilogramos. No tuvieron tiempo de volver a ponerse a salvo.
«Lo que vi fue el cielo»
Adir Nahmany, un paramédico de combate de 40 años que había regresado a casa tras servir en Gaza, fue uno de los primeros en llegar a la escena. Su testimonio pinta un cuadro de destrucción absoluta.
«Subimos al sexto piso, abrimos la puerta y lo que vi fue el cielo. No quedaba nada de la casa. Vi muertos y heridos».
El misil había impactado directamente en el apartamento de los Zacks. Nahmany y otros rescatistas comenzaron la desgarradora tarea de buscar entre los escombros. «Empecé a oír voces del edificio […]. Entré acompañado de bomberos y policías […]. Bajamos piso por piso, recogiendo bebés y abuelas en nuestros brazos», relató.
Una Vida Interrumpida
De entre los escombros, los rescatistas recuperaron los cuerpos de Eitan, Michal y Noa. El padre de Eitan, que también estaba en casa, quedó atrapado entre los restos pero logró sobrevivir. En un apartamento adyacente, el misil también cobró la vida de Naomi Shaanan, una activista local conocida por participar en las protestas diarias que pedían la liberación de los rehenes en Gaza.
La historia de Eitan y Noa, dos jóvenes con toda la vida por delante, se convirtió en el símbolo del costo humano de la guerra. Un soldado en formación y su novia, una estudiante a punto de graduarse, asesinados en el último acto de un conflicto que, para el resto del mundo, estaba a punto de convertirse en historia.
La Ilusión de Seguridad
La tragedia se vio agravada por un detalle escalofriante: una investigación preliminar del Mando del Frente Interior del ejército israelí reveló que el misil había impactado y destruido directamente el cuarto reforzado. El «lugar seguro» no lo fue. La potencia del arma pulverizó la ilusión de que se podía estar a salvo, incluso siguiendo todos los protocolos.
Las Cicatrices de una Paz Frágil
El cese al fuego llegó, y con él, un silencio que en Beersheba suena a ausencia. Las calles se limpian, los edificios se evalúan, pero las cicatrices permanecen. Para las familias de los 28 civiles israelíes que perdieron la vida, y para las incontables familias en Irán afectadas por los ataques, la guerra nunca terminará. La paz, por frágil que sea, se ha construido sobre una base de tumbas recientes y un dolor que perdurará por generaciones.


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