viernes, diciembre 19, 2025

La inflación cede a trompicones y el crédito sigue caro: así llega la economía colombiana al último trimestre de 2025

La economía colombiana avanza con paso corto pero firme en 2025, sostenida por una demanda interna que despierta y por un mercado laboral que, pese a sus baches, ofrece señales de alivio. El Banco de la República mantiene el pulso a la inflación con una política monetaria restrictiva que ha evitado sobresaltos mayores en el tipo de cambio, mientras el comercio exterior navega entre mejores precios de algunos productos y un déficit por cuenta corriente que vuelve a ampliarse. El frente más sensible es el fiscal: el Gobierno ha reconfigurado metas y ha movido fichas de deuda para ganar aire, con implicaciones en la confianza.

Crecimiento y motores de actividad

El producto interno bruto retoma algo de velocidad después del frenazo de 2023–2024. Los organismos internacionales ven un avance modesto este año y el próximo, con proyecciones en el entorno del 2,4%–2,5% para 2025, apoyado en el consumo privado y una inversión que se recompone con cautela, a la espera de definiciones tributarias y reglas claras para sectores estratégicos. El FMI sitúa el crecimiento de 2025 “en torno a 2½%” y anticipa una convergencia gradual hacia el potencial en la medida en que baje la inflación y se estabilice el frente fiscal. Es una senda estrecha, pero creíble si se consolidan expectativas y se contienen los riesgos. 

El mapa de Colombia que dibujan los datos recientes incluye contrastes regionales y sectoriales. El repunte del comercio y los servicios convive con un rendimiento desigual en industria y construcción, todavía sensibles al costo financiero y a la incertidumbre regulatoria. La normalización del clima, tras episodios de lluvias intensas, ayuda a la logística y al abastecimiento de alimentos, aunque no borra del todo las presiones de costos. La banca proyecta una aceleración gradual, coherente con el mantenimiento de tasas altas por más tiempo y con un consumidor que recupera, poco a poco, capacidad de compra. BBVA Research prevé esa mejora paulatina y una desinflación más lenta, lo que obliga a calibrar expectativas.

Inflación y política monetaria

El termómetro de los precios volvió a moverse al alza en septiembre y recordó que el fin de la batalla no está escrito. La inflación anual se ubicó en 5,18%, con alquileres, alimentos y restaurantes entre los rubros que más presionaron el índice, lejos aún de la meta del 3% y con señales de persistencia en la subyacente. Ese registro, validado por DANE y recogido por la prensa económica, refuerza la idea de que el proceso desinflacionario será más lento de lo previsto a comienzos de año. El consenso de analistas ya había ajustado expectativas al alza para 2025 y 2026. 

La respuesta del emisor ha sido de prudencia quirúrgica. El Banco de la República mantuvo la tasa de política en 9,25% a finales de septiembre y reiteró que las decisiones dependerán de los datos, con el foco en la inflación básica y en anclar expectativas. El sesgo restrictivo persistirá mientras no haya evidencia clara de convergencia, lo que implica un costo financiero todavía elevado para hogares y empresas y una normalización más lenta del crédito. La lectura oficial, reflejada en comunicados y minutas, encaja con escenarios privados que prevén el cierre de 2025 cerca del nivel actual y recortes más consistentes en 2026 si los precios ceden.

Empleo, salarios y consumo

El mercado laboral encadena varios meses de ajuste con matices. La tasa de desempleo nacional bajó a 8,6% en agosto, un punto largo menos que un año antes, con una participación relativamente estable y creación neta concentrada en servicios, comercio y actividades profesionales. La mejora es real, pero heterogénea: la informalidad sigue alta y el empleo juvenil no despega al ritmo deseado, lo que limita la tracción del consumo. Con todo, la masa salarial se recompone y permite un segundo semestre con señales más favorables en ventas minoristas y servicios de alojamiento y comida. 

Esa recuperación convive con bolsillos que aún sienten la mordida de la inflación acumulada y del crédito caro. Las cuotas de tarjetas y préstamos de consumo continúan tensionando presupuestos, y la banca prioriza calidad de cartera sobre crecimiento. Si la desinflación se consolida, el salario real ganará oxígeno y el gasto privado podrá estabilizarse sin combustible artificial. Por ahora, los hogares afinan prioridades, cambian canastas y se apoyan en promociones, mientras las empresas ajustan precios con más cuidado para no frenar la demanda que empieza a reanimarse. El equilibrio es frágil y depende de que el costo del dinero empiece a bajar de forma creíble en 2026. 

Sector externo, dólar y materias primas

El frente externo se ensancha ligeramente tras el estrechamiento de 2024. El déficit por cuenta corriente volvió a 2,5% del PIB en el segundo trimestre, con un saldo comercial de bienes negativo que compensa parcialmente remesas y un flujo de IED que sigue financiando holgadamente el faltante. Para el conjunto de 2025, el FMI y casas de análisis estiman un desequilibrio cercano a 2,5% del PIB, coherente con una demanda interna más dinámica y exportaciones que crecen a menor ritmo. La foto no alarma, pero exige disciplina macro y señales proinversión para sostener esos flujos. 

El peso colombiano atraviesa un periodo de relativa calma frente al dólar, favorecido por términos de intercambio todavía razonables y por una percepción de riesgo contenida en la región. El tipo de cambio ronda los 3.880–3.900 pesos por dólar en las últimas jornadas, lejos de los picos de 2022–2023. Entre los bienes emblemáticos, el café vivió su mejor cosecha en décadas hasta septiembre, con exportaciones al alza por precio y volumen, aunque el gremio advierte de un ajuste en 2025/2026 por ciclo y lluvias. Este matiz recuerda que la volatilidad climática sigue en la ecuación exportadora. 

La grieta fiscal y la gestión de la deuda

El talón de Aquiles está en las cuentas públicas. El Gobierno activó la cláusula de escape de la regla fiscal y revisó la meta de déficit del Gobierno Central para 2025 hasta 7,1% del PIB, desde 5,1%, con una trayectoria que exige consolidación a partir de 2026–2028 para volver al ancla. Las agencias y bancos han subrayado la mayor incertidumbre fiscal, y el FMI ha pedido una vuelta ordenada a la disciplina. El Ministerio de Hacienda expuso en su Marco Fiscal de Mediano Plazo los supuestos y las necesidades de financiamiento, bajo escrutinio de mercado y congresistas. 

Para ganar aire de caja y alargar vencimientos, la Tesorería ejecutó el mayor canje doméstico de su historia: 43,4 billones de pesos en TES, con ahorro de intereses estimado para 2025 y una curva más manejable entre 2029 y 2058. En paralelo, el Ejecutivo baraja una nueva ley de financiamiento por 26 billones para 2026, cuyo destino y composición serán decisivos para la confianza. Si la recaudación no llega, el plan B sería más deuda, con el consiguiente costo sobre riesgo país. La señal que envíe el Congreso en las próximas semanas pesará en el apetito por TES y en el dólar.

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