Un alarmante informe de EIT Urban Mobility revela una verdad incómoda para Barcelona: la contaminación generada por el desgaste de frenos y neumáticos ya es significativamente mayor que la de los gases de escape, planteando un nuevo y urgente desafío para la salud pública.
Barcelona, España.- Durante décadas, la lucha contra la contaminación del aire en las grandes ciudades se ha centrado en un enemigo visible: el humo que sale de los tubos de escape. Sin embargo, un nuevo y revelador informe ha puesto el foco sobre una amenaza invisible y hasta ahora subestimada. Según un estudio de EIT Urban Mobility, una iniciativa del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología, en Barcelona entre el 68% y el 88% de las partículas contaminantes (PM10) generadas por el transporte por carretera ya no proceden del motor, sino del desgaste de los frenos, los neumáticos y el asfalto.
Este dato sitúa a Barcelona, junto a Milán, a la cabeza de las ciudades europeas donde este fenómeno, conocido como emisiones no procedentes del escape (NEE, por sus siglas en inglés), es más acusado. El hallazgo obliga a repensar por completo las políticas de movilidad urbana, ya que demuestra que la simple electrificación del parque automovilístico no será la solución definitiva al problema de la calidad del aire.
El Polvo Tóxico que Respiramos
Las partículas NEE son fragmentos microscópicos de metal, caucho y otros compuestos que se liberan al aire con cada frenazo y cada giro. El informe desglosa que más del 40% de estas partículas en entornos urbanos proviene únicamente del desgaste de los frenos, debido a las constantes paradas y arranques del tráfico.
El principal peligro reside en su tamaño. Las partículas más finas, las PM2,5, son tan pequeñas que pueden penetrar profundamente en los pulmones y pasar al torrente sanguíneo, lo que las convierte en un riesgo significativo para la salud humana.
«El 96% de la población europea está expuesta a niveles de PM2,5 superiores a los límites recomendados por la OMS. Estas partículas elevan el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.» – Extracto del informe de EIT Urban Mobility.
Implicaciones para la Salud y el Futuro de la Movilidad
El informe pone de manifiesto que, aunque los coches eléctricos no emiten gases de escape, siguen contribuyendo a este tipo de contaminación, a menudo incluso más que sus homólogos de combustión debido a su mayor peso, que provoca un desgaste más rápido de neumáticos y frenos.
Las consecuencias para la salud son graves. La exposición a largo plazo a partículas PM2,5 está asociada con:
- Enfermedades respiratorias como asma y EPOC.
- Problemas cardiovasculares, incluyendo infartos y accidentes cerebrovasculares.
- Impactos neurológicos y problemas de desarrollo en niños.
Solo en Londres, se estima que la contaminación por PM2,5 causó unas 4.000 muertes prematuras en 2019.
Ante esta nueva realidad, el informe urge a las autoridades a adoptar una estrategia multinivel que vaya más allá de la electrificación:
- Promoción del transporte activo: Fomentar el uso de la bicicleta y los desplazamientos a pie.
- Mejora del transporte público: Hacerlo más eficiente y accesible para reducir la dependencia del coche privado.
- Innovación tecnológica: Impulsar el desarrollo de frenos y neumáticos de bajo desgaste y con materiales menos tóxicos.
- Nuevas regulaciones: La futura normativa europea Euro 7 ya planea incluir por primera vez límites a las emisiones de partículas de frenos y neumáticos.
Para los ciudadanos de Barcelona, este informe es una llamada de atención: la solución a la contaminación del aire no pasa solo por cambiar de coche, sino por cambiar la forma en que nos movemos por la ciudad.
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