La guerra de palabras se ha vuelto tan peligrosa como la de misiles. Tras el ataque iraní al hospital Soroka, altos funcionarios israelíes han emitido amenazas directas contra la vida del Líder Supremo de Irán, Ali Khamenei, llevando el conflicto a un nivel personal y existencial.
Desde Tel Aviv, el mensaje del gobierno israelí es inequívoco: la ofensiva contra Irán no solo continuará, sino que se intensificará. Impulsados por lo que describen como éxitos militares sin precedentes y ultrajados por los ataques iraníes contra objetivos civiles, los líderes de Israel han endurecido su retórica hasta un punto de no retorno, apuntando directamente a la cabeza del régimen iraní.
La declaración más contundente provino del Ministro de Defensa, Israel Katz, quien, tras el impacto de un misil en el hospital Soroka, afirmó que el Líder Supremo de Irán, el Ayatolá Ali Khamenei, «no puede seguir existiendo».
«Un dictador como Khamenei, que encabeza un país como Irán y ha hecho de la destrucción de Israel su misión, no puede seguir existiendo. Las FDI han sido instruidas y saben que para lograr todos sus objetivos, este hombre no debe seguir existiendo en absoluto». – Israel Katz, Ministro de Defensa de Israel.
Esta amenaza directa, casi una sentencia de muerte, marca un cambio drástico en los objetivos de guerra declarados por Israel. Lo que comenzó como una operación para desmantelar el programa nuclear iraní, ahora se presenta como una lucha existencial para «socavar el régimen de los ayatolás».
Sugerencia: Una imagen potente del Ministro de Defensa Israel Katz o del Primer Ministro Benjamin Netanyahu en una rueda de prensa, con una expresión decidida.
Confianza Militar y Resiliencia Civil
El endurecimiento del discurso político se apoya en una palpable confianza militar. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han comunicado una serie de éxitos abrumadores en su «Operación León Ascendente»:
* Superioridad Aérea Total: El portavoz de las FDI, el General de Brigada Effie Defrin, ha declarado que Israel ha logrado «plena superioridad aérea sobre los cielos de Teherán».
* Destrucción de Capacidad Misilística: Las FDI afirman haber destruido «cientos» de lanzadores de misiles tierra-tierra en Irán, estimando que han eliminado más de dos tercios de los silos de misiles iraníes.
* Moral y Justificación: Internamente, el gobierno israelí enmarca la guerra como una acción moral y justa, necesaria para la supervivencia del Estado. Expertos en guerra urbana citados en medios locales defienden las tácticas de las FDI, argumentando que se han implementado medidas sin precedentes para evitar víctimas civiles, a pesar de la estrategia de Irán de atacar centros poblados.
A nivel civil, a pesar del miedo y la interrupción de la vida diaria por las constantes alertas de misiles, se percibe un ambiente de resiliencia. La rápida activación de planes de emergencia en hospitales, la conversión de aparcamientos en salas de hospitalización y la disciplina de la población para acudir a los refugios son vistas como una prueba de la preparación del país. La sorprendente fortaleza de la Bolsa de Tel Aviv, que ha alcanzado máximos históricos en medio del conflicto, también es citada como un indicador de la confianza interna.
La Estrategia de Netanyahu: Guerra en Múltiples Frentes
El Primer Ministro Benjamin Netanyahu ha reiterado que Irán «pagará el precio completo» por sus acciones, prometiendo intensificar los ataques. Su estrategia parece basarse en varios pilares:
* Degradación Militar: Continuar con la «Operación León Ascendente» para desmantelar permanentemente la amenaza nuclear y de misiles de Irán.
* Presión Psicológica: Apuntar a la cúpula del régimen para generar inestabilidad interna y desmoralización.
* Aislamiento Diplomático: Exponer a Irán como un agresor que ataca objetivos civiles como hospitales, buscando consolidar el apoyo internacional o, al menos, la neutralidad.
* Redefinición del Conflicto: Mover el foco de la guerra en Gaza hacia un enfrentamiento regional más amplio contra Irán, considerado la «cabeza del pulpo» del terrorismo en la región.
Mientras Israel se prepara para la siguiente fase de su ofensiva, el mensaje que emana de Jerusalén y Tel Aviv es de una determinación férrea. El país se percibe a sí mismo en una guerra no solo por su seguridad, sino por su propia existencia, y está dispuesto a llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias, incluso si eso significa apuntar a la figura más alta del régimen enemigo.
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