En el corazón de la Ciudad de Gaza, los campamentos improvisados se han convertido en el único refugio para miles de familias que han perdido todo. Entre el polvo, el humo y las sirenas que anuncian nuevas ofensivas, los desplazados repiten una frase que estremece:
“La muerte es mejor que esto”.
Mahmoud Abu Shari’ah, uno de los tantos afectados, recuerda los bombardeos sobre su barrio:
“Hubo mártires en la familia, por eso nos fuimos. Ahora algunos están en hospitales y otros bajo estas lonas. Somos una familia errante”.
La vida suspendida entre pan seco y silencio
Niños mastican pan duro, mujeres amasan harina sobre piedras, ancianos esperan agua que nunca alcanza. La guerra en Gaza ya no es solo un conflicto militar, es la normalización de lo imposible: vivir sin hogar, sin alimentos y sin atención médica.
“Hay niños, ancianos y personas con discapacidad que no hicieron nada para merecer esto. No queda salud, ni agua. Todo se ha vuelto imposible”, lamenta Abu Shari’ah.
Desplazados diez veces en una sola guerra
El desplazamiento en Gaza no significa cambiar de casa, sino ser arrancado de la vida una y otra vez. Musab Shbat lo explica con crudeza: “Nos han desplazado más de diez veces desde que empezó la guerra. De una tragedia a otra. De un sitio desconocido a otro igual de incierto”.
La Defensa Civil informó que al menos 33 personas murieron en un solo día de ofensiva, mientras las Fuerzas de Defensa de Israel declararon la ciudad como “zona de combate peligrosa”.
La comunidad internacional: palabras frente a explosiones
Fuera de Gaza, líderes internacionales multiplican llamados a un cese al fuego y piden corredores humanitarios. Sin embargo, en los campamentos la realidad es otra: explosiones nocturnas, filas interminables para un poco de agua y tiendas de lona sacudidas por el viento caliente.
Para los civiles, las pausas humanitarias son apenas un paréntesis efímero: los niños juegan entre escombros durante el día, y en la noche la incertidumbre se instala como huésped permanente.
Un clamor que trasciende fronteras
La frase de Shbat resume el sentimiento de miles:
“Moriremos de cualquier forma. Ya estamos muertos, solo esperamos nuestro turno. El desplazamiento no es vida”.
Cada relato de Gaza revela el rostro humano de una crisis humanitaria que no conoce tregua. Más allá de las negociaciones diplomáticas y de las estrategias militares, lo que queda en pie son familias enteras viviendo en la precariedad, resistiendo entre cenizas y polvo.


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