Elecciones en Honduras atraviesan uno de los momentos más críticos de su historia reciente. A casi dos semanas de los comicios presidenciales del 30 de noviembre, el proceso sigue paralizado por retrasos, inconsistencias técnicas y acusaciones cruzadas de fraude, lo que ha colocado al país en un preocupante limbo político y ha erosionado la confianza ciudadana en el sistema democrático.

Semanas antes de la jornada electoral, una prueba interna ya había encendido las alertas: apenas se logró procesar el 36 por ciento de las papeletas de práctica, de acuerdo con el consejero electoral Marlon Ochoa. Lo que parecía una advertencia técnica terminó convirtiéndose en una crisis institucional de gran escala.
Fallas técnicas paralizan el conteo de votos de las elecciones
El sistema de conteo electoral hondureño ha demostrado profundas fallas estructurales. Actualmente, cientos de miles de votos permanecen sin contabilizar debido a “inconsistencias” detectadas en aproximadamente el 15 por ciento de las actas de escrutinio. Estas irregularidades han impedido avanzar en el conteo oficial y mantienen suspendida la declaración de resultados definitivos.
El recuento preliminar muestra una diferencia mínima: Nasry Asfura, del conservador Partido Nacional, aventaja por apenas 40 mil votos a Salvador Nasralla, del Partido Liberal, una distancia demasiado estrecha para absorber el volumen de votos pendientes sin generar sospechas o tensiones políticas.
Acusaciones de fraude y polarización política
El retraso en los resultados ha alimentado un ambiente de alta polarización política. Salvador Nasralla ha denunciado abiertamente un presunto fraude electoral, aprovechando las deficiencias del sistema y la falta de información clara para sustentar sus señalamientos.
Por su parte, la presidenta Xiomara Castro, del izquierdista Partido Libre, calificó el proceso como un “golpe electoral”, al considerar que las fallas no son simples errores técnicos, sino parte de una maniobra para alterar la voluntad popular.
La controversia escaló aún más cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expresó públicamente su respaldo a Asfura y denunció fraude sin presentar pruebas, lo que añadió un componente de presión internacional al ya delicado escenario político hondureño.
Observadores internacionales descartan fraude sistemático
A pesar de la crisis, los principales observadores internacionales, entre ellos la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos (OEA), no han señalado la existencia de un fraude sistemático. En cambio, han apuntado a problemas de organización, planificación deficiente y disputas internas dentro del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Expertos consultados coinciden en que las luchas internas entre los consejeros electorales, cada uno vinculado a un partido político distinto, provocaron retrasos clave en la preparación del proceso, desde la contratación de la empresa encargada del conteo hasta la implementación de los sistemas tecnológicos.
Un proceso electoral debilitado desde su origen
Para analistas como Héctor Corrales, politólogo en Tegucigalpa, el problema va más allá de un fallo técnico. “Esto fue una fabricación deliberada de un proceso electoral de baja calidad”, afirmó, al señalar que la falta de consensos y la politización del organismo electoral hicieron inviable un proceso confiable.
Según Corrales, solo una victoria contundente habría evitado la actual crisis. Sin embargo, el estrecho margen entre los candidatos convirtió cualquier error técnico en un detonante de desconfianza y conflicto.
Impacto social y riesgo para la gobernabilidad
El prolongado retraso en los resultados ha sumido a Honduras, un país de 11 millones de habitantes, en una situación de incertidumbre política que amenaza la gobernabilidad y la estabilidad social. La desconfianza en las instituciones electorales podría tener consecuencias a largo plazo, debilitando la legitimidad del próximo gobierno, sea cual sea el ganador.
Mientras el conteo sigue detenido y las tensiones aumentan, crece la presión para realizar un recuento más transparente y reforzar los mecanismos de verificación que permitan restablecer la credibilidad del proceso democrático.

Las elecciones en Honduras han expuesto fallas profundas en el sistema electoral, desde la planeación técnica hasta la conducción política del proceso. Aunque no existen pruebas concluyentes de fraude sistemático, la combinación de retrasos, inconsistencias y discursos polarizantes ha generado una crisis de confianza sin precedentes. Resolverla no solo requiere concluir el conteo, sino emprender una reforma estructural que garantice elecciones transparentes, eficientes y legítimas en el futuro.


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