Para las autocracias, como las lideradas por Xi Jinping y Vladimir Putin, el retorno de Donald Trump es motivo de celebración; para las democracias, un recordatorio de sus fragilidades.
Este regreso es una prueba contundente de cómo el populismo, el caos y las narrativas de odio pueden manipular los valores democráticos, transformando la política en un espectáculo de poder voraz y sin límites.
Trump y el triunfo de la postverdad
La victoria de Trump no puede entenderse sin su relación simbiótica con la postverdad, las noticias falsas y la manipulación mediática. Durante su campaña, el expresidente desplegó un arsenal de desinformación, explotando temores sociales y económicos para construir un relato apocalíptico de Estados Unidos:
- Economía: Trump insistió en que la economía estaba en ruinas, a pesar de indicadores sólidos de empleo y control inflacionario.
- Frontera con México: Presentó una visión caótica y peligrosa de la frontera, reforzando narrativas antiinmigrantes.
- Liderazgo global: Denunció una supuesta debilidad internacional, a pesar de que Estados Unidos seguía siendo el referente económico y político mundial.
Sin importar los datos, Trump convirtió la desinformación en su mejor aliada. La lección es clara: en el mundo de Trump, comunicar es gobernar, pero mentir es lucrativo.
El gabinete de Trump: poder y comunicación
La elección de figuras como Pete Hegseth (acusado de abusos sexuales) al frente del ejército, o Elon Musk en una posición económica clave, no solo es controvertida, sino simbólica. Ambos representan una visión en la que los medios y las plataformas digitales no solo difunden información, sino que moldean la narrativa política.
X (antes Twitter), propiedad de Musk, y medios como Fox News, con los que Hegseth está estrechamente vinculado, son fundamentales para amplificar el mensaje de Trump. Esta relación refuerza la idea de que, bajo su liderazgo, la línea entre gobernar y manipular se difumina aún más.
El impacto global del populismo al estilo Trump
El ascenso de Trump no es un caso aislado; forma parte de una tendencia global donde el populismo ha ganado terreno al explotar las debilidades de las democracias. Líderes como Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Nicolás Maduro y Daniel Ortega comparten una estrategia común:
- Dividir a la sociedad: Crear enemigos internos y externos.
- Simplificar la política: Reducir los problemas complejos a eslóganes y dicotomías entre «buenos» y «malos».
- Desafiar las instituciones: Deslegitimar autoridades electorales, medios de comunicación y tribunales.
México y las lecciones del regreso de Trump
El caso de Trump guarda paralelismos preocupantes con la política mexicana. Al igual que el expresidente estadounidense, el obradorismo ha aprovechado las fragilidades de la democracia para consolidar un modelo de liderazgo polarizador:
- Narrativas polarizantes: Dividir al país entre «pueblo bueno» y «adversarios».
- Ataques a las instituciones: Cuestionar a organismos autónomos y desacatar resoluciones judiciales.
- Política basada en promesas ambiguas: Ofrecer ayudas sociales sin claridad sobre su origen ni sostenibilidad.
Este paralelismo resalta un patrón global: los sistemas democráticos, debilitados por partidos desideologizados, medios sin control y candidaturas sin sustancia, son vulnerables al populismo.
Democracia en riesgo: el legado de Trump
La democracia, como sistema político, se construyó para garantizar certidumbre, derechos y límites al poder. Sin embargo, figuras como Trump, Bolsonaro y otros líderes populistas han demostrado que este modelo no es inmune a la manipulación.
El regreso de Trump es una advertencia: sin instituciones fuertes, partidos responsables y ciudadanos críticos, las democracias pueden convertirse en herramientas al servicio de liderazgos autoritarios.
Conclusión: un llamado a fortalecer la democracia
El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca simboliza el triunfo del populismo sobre los valores democráticos tradicionales. Sin embargo, también es una oportunidad para reflexionar sobre las debilidades de las democracias modernas y la necesidad de fortalecerlas frente a liderazgos que buscan explotar sus fallas.
La historia no está escrita. El desafío global será equilibrar la narrativa populista con una defensa activa de los valores democráticos, fomentando sociedades informadas y resilientes frente a la desinformación y la polarización.
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