En un gesto cargado de simbolismo, el Papa León XIV se ha trasladado a la residencia pontificia de Castel Gandolfo para su descanso estival, reviviendo una tradición de siglos que su predecesor, el Papa Francisco, había interrumpido. El movimiento marca una clara ruptura con la era anterior.
El Papa León XIV ha hecho las maletas. Pero su destino no es un viaje apostólico, sino un regreso a la historia. Este domingo, el pontífice se ha instalado en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, la histórica residencia de verano de los papas, para un período de descanso que se extenderá hasta el 20 de julio. El gesto, que a primera vista podría parecer un simple cambio de agenda vacacional, es en realidad un acto de profundo significado simbólico que marca una ruptura con los doce años del pontificado de Francisco.
Su predecesor, el Papa Francisco, nunca utilizó la residencia de verano, rompiendo con una tradición de casi 400 años. En 2016, decidió convertir el palacio y sus espectaculares jardines en un museo abierto al público, un gesto que se interpretó como parte de su visión de una Iglesia más austera y menos palaciega.
Castel Gandolfo: Historia de un «segundo Vaticano»
El regreso de un Papa a Castel Gandolfo resucita un lugar emblemático. La tradición fue iniciada por el Papa Urbano VIII en 1626, quien buscaba un lugar más fresco para escapar del agobiante calor del verano romano. Desde entonces, este palacio con vistas al lago Albano se convirtió en un «segundo Vaticano».
En sus muros murieron dos papas, Pío XII y Pablo VI. Durante la Segunda Guerra Mundial, sus estancias dieron refugio a miles de personas que huían de los bombardeos, y en la propia habitación del Papa nacieron unos 40 bebés, los conocidos como «hijos del Papa». Fue desde su balcón desde donde Benedicto XVI se despidió del mundo en su histórica renuncia.
Un mensaje de paz en un mundo en guerra
Justo antes de partir hacia su retiro, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV lanzó un potente mensaje de paz. Instó a los gobernantes de todo el mundo a que «la búsqueda del diálogo» sustituya a «la violencia de las armas», en un claro llamamiento a poner fin a los conflictos que asolan Ucrania y Gaza.
El gesto de León XIV parece ser una declaración de intenciones. En un mundo caótico y en guerra, el regreso a Castel Gandolfo puede interpretarse como un acto deliberado para reafirmar la naturaleza tradicional y europea del Papado. Es un ancla simbólica que recentra a la Iglesia en su eje histórico de Roma en un momento de desorden global, un mensaje de que para enfrentar las crisis actuales, es necesario volver a las raíces, a la oración y a la serenidad que un lugar como Castel Gandolfo representa.
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