A solo cuatro días de la esperada reunión entre Donald Trump y Xi Jinping en Corea del Sur, las dos mayores potencias del planeta parecen haber encontrado una nueva oportunidad para tender puentes.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, sostuvieron una conversación telefónica que marcó el regreso al diálogo diplomático tras meses de fricciones.
El contacto, confirmado tanto por Washington como por Beijing, busca allanar el terreno para un encuentro bilateral durante el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en la ciudad surcoreana de Busan. Detrás de los comunicados oficiales, se respira un clima de cauteloso optimismo.
Un gesto de distensión en medio de la incertidumbre global
Fuentes diplomáticas señalaron que la llamada sirvió para “preparar interacciones de alto nivel” y discutir una posible suspensión de aranceles recíprocos.
Según medios chinos, ambas partes habrían alcanzado un acuerdo preliminar en materia comercial, que incluiría avances en cooperación antidrogas y agricultura, además de un compromiso temporal de no aplicar nuevas tarifas.
Sin embargo, en Washington predomina la cautela. “Esto no significa reconciliación”, advirtió un asesor de la Casa Blanca, “sino una gestión responsable de la rivalidad”.
Economía y política: dos escenarios, un mismo tablero
El primer ministro chino, Li Qiang, reforzó el mensaje desde Kuala Lumpur, durante la cumbre de la ASEAN, donde advirtió que el mundo “no puede volver a la ley del más fuerte”.
Sus palabras apuntaron directamente al proteccionismo de Trump, cuyas políticas arancelarias han golpeado tanto a China como a sus aliados.
Beijing insiste en defender la globalización económica y el libre comercio, presentándose como una potencia responsable frente a un Washington más impredecible.
Trump, por su parte, intenta equilibrar su discurso electoral con señales de pragmatismo. Durante su gira en Japón, dijo esperar “salir de esta semana con un acuerdo”, buscando reforzar su imagen de negociador duro pero eficaz.
Seguridad y tensión: el otro frente de la relación
Mientras los diplomáticos hablaban de comercio, la tensión militar persistía. Aviones bombarderos chinos H-6K realizaron maniobras cerca de Taiwán, lo que elevó la inquietud en Washington.
Rubio aseguró que las conversaciones con Beijing “no comprometerán el compromiso de defensa hacia la isla”, en alusión a la Ley de Relaciones con Taiwán.
Expertos como Craig Singleton, del Foundation for Defense of Democracies, sostienen que incluso si se firma un pacto comercial, la rivalidad estructural entre Estados Unidos y China continuará.
“Ambos países buscan estabilizar la volatilidad, pero su competencia estratégica no desaparecerá”, concluyó.
El equilibrio del poder: pragmatismo frente a rivalidad
El posible acuerdo en Corea del Sur podría marcar una pausa estratégica en una rivalidad que ha definido la política global desde 2018.
Si Trump y Xi logran avanzar, el mundo podría respirar temporalmente; si fracasan, la sombra de una nueva guerra comercial volverá a amenazar la estabilidad económica internacional.
En medio de un escenario electoral, crisis de suministros y tensiones militares, el diálogo entre Washington y Beijing representa algo más que diplomacia: es una batalla por el liderazgo global del siglo XXI.


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