Diálogo por la paz. Con esas tres palabras como eje de su mensaje, el papa León XIV lanzó este sábado una de las reflexiones más contundentes de su pontificado ante el cuerpo diplomático, en un momento internacional marcado por la polarización, los conflictos armados y la erosión del entendimiento entre naciones.
El pontífice recibió a los diplomáticos italianos en el aula Pablo VI con motivo del Jubileo dedicado a la diplomacia, y desde ahí trazó una línea clara: la paz no se construye solo con tratados, sino con palabras responsables, silencios que escuchan y un compromiso real con la verdad.
El papa León XIV y la diplomacia del diálogo
En su discurso, León XIV pidió a los representantes diplomáticos ser “hombres y mujeres de diálogo” para preservar y promover la paz mundial. Enfatizó que el verdadero enemigo del diálogo no es el silencio, sino la ofensa, una idea que resonó con fuerza en un contexto internacional donde la retórica agresiva se ha convertido en un arma política.
“El silencio nos abre a la escucha y acoge la voz de quienes nos preceden”, afirmó el papa, mientras advertía que la ofensa representa una forma de violencia verbal alimentada por mentiras, propaganda e hipocresía. Para el pontífice, las palabras pueden convertirse en instrumentos de guerra o en puentes hacia la reconciliación.
Diálogo por la paz y el poder del lenguaje
Uno de los ejes centrales del mensaje fue la responsabilidad ética del lenguaje en la diplomacia. León XIV exhortó a “desarmar proclamaciones y discursos”, subrayando que no basta con la belleza o precisión retórica si no están acompañadas de honestidad y prudencia.
Según el papa, quien realmente sabe qué decir no necesita muchas palabras, sino las adecuadas. De ahí su llamado a compartir palabras que hagan el bien, que construyan comprensión, que corrijan errores y que sepan perdonar ofensas. Para el pontífice, cansarse del diálogo equivale a renunciar a la esperanza de paz.
Una advertencia con eco histórico en la ONU
En un momento especialmente simbólico, León XIV recordó el histórico llamado de San Pablo VI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas hace sesenta años: “¡No más guerra, no más guerra!”. Al citar estas palabras, el papa vinculó el presente con una tradición diplomática de la Iglesia que insiste en la paz como destino común de la humanidad.
“La paz es el bien definitivo y eterno que deseamos para todos”, afirmó, instando a los diplomáticos a leer los signos de los tiempos desde el humanismo cristiano que ha sustentado la cultura europea y occidental.
Quiénes deben ejercer la diplomacia hoy
León XIV fue claro al señalar que la diplomacia no es para cualquiera. A su juicio, solo deberían ejercerla quienes realmente esperan, buscan y apoyan el diálogo incluso en medio de tensiones y dificultades, confiando en la comprensión mutua como camino posible.
Este mensaje cobra especial relevancia en un escenario global donde los canales diplomáticos se rompen con facilidad y el lenguaje confrontativo domina los discursos oficiales.
El belén como símbolo de paz y esperanza
En otro acto celebrado el mismo día, el papa León XIV amplió su mensaje al plano simbólico al defender la tradición del belén navideño. Al recibir a los organizadores del belén viviente de la basílica de Santa María la Mayor, subrayó que el mundo necesita desesperadamente mantener la esperanza.
El pontífice recordó que el belén nos remite a un Dios que llega sin armas ni fuerza, en la pobreza de una gruta, para vencer el orgullo, la violencia y la obsesión por el poder. Una imagen que, según afirmó, sigue siendo profundamente actual.
Al citar una catequesis de Joseph Ratzinger, León XIV explicó que desde Belén se inicia un camino de renovación personal y colectiva, siguiendo los pasos de Cristo como alternativa a la violencia.
Diálogo por la paz como brújula global
En lo que será su primera Navidad como pontífice, León XIV ha dejado claro que su mensaje central apunta a la palabra como semilla de reconciliación. En tiempos de discursos armados y tensiones crecientes, el llamado al diálogo por la paz se convierte en una brújula ética y política.
Más que una exhortación religiosa, el mensaje del papa interpela directamente a líderes, diplomáticos y sociedades enteras: sin diálogo honesto, no hay paz posible. Y sin paz, toda diplomacia queda vacía.
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