La economía china enfrenta una contracción en su sector manufacturero, con el Índice de Gerentes de Compras (PMI) Manufacturero Caixin cayendo a 48.3 en mayo, desde 50.4 en abril y por debajo del consenso de 50.6. Esta es la primera vez en tres meses que la actividad fabril muestra una contracción, lo que sugiere una desaceleración económica.
En el ámbito tecnológico y comercial, las disputas con Estados Unidos continúan escalando. China ha acusado a EE. UU. de violar una tregua comercial al restringir las exportaciones de chips de inteligencia artificial (IA), detener la venta de software de diseño de chips y preparar la revocación de visas de estudiantes chinos. El Ministerio de Comercio chino ha advertido con represalias, defendiendo que Beijing ha cumplido con su parte del acuerdo.
Las acciones de Estados Unidos contra entidades chinas se han intensificado. El Comité Selecto de la Cámara de Representantes de EE. UU. sobre el Partido Comunista Chino (PCCh) ha elogiado la decisión de la Universidad de Eastern Michigan de poner fin a sus asociaciones con dos universidades chinas vinculadas al ejército y al aparato de seguridad nacional chino. Además, dos ciudadanos chinos fueron acusados en Estados Unidos de conspiración y contrabando de un patógeno biológico peligroso, Fusarium graminearum, con la intención de trabajar con él en un laboratorio de la Universidad de Michigan.
Los datos demuestran que las acciones de EE. UU. contra China (y viceversa) no se limitan al comercio. Las restricciones a las exportaciones de chips de IA y a las visas de estudiantes, la terminación de asociaciones universitarias debido a vínculos militares y las acusaciones de contrabando de patógenos biológicos ilustran cómo la competencia económica está profundamente entrelazada con la seguridad nacional y la supremacía tecnológica. EE. UU. percibe ciertas colaboraciones económicas y académicas como amenazas directas a su investigación, tecnología e incluso seguridad agrícola. Esto implica que la «guerra comercial» es un síntoma de una competencia estratégica mucho más amplia, donde la tecnología y la transferencia de conocimiento son campos de batalla críticos, lo que complica enormemente cualquier resolución.
A pesar de estas fricciones, China también está impulsando iniciativas de apertura económica. El país ha ampliado su programa unilateral de exención de visas a 43 países, incluyendo naciones de América Latina y el Caribe, y ha lanzado una «visa ASEAN» para los 10 estados miembros de la ASEAN y Timor-Leste. Estas medidas buscan facilitar los viajes transfronterizos y demuestran la «firme decisión de China de expandir la apertura de alto nivel». Por un lado, China está impulsando activamente la apertura económica mediante la expansión de su lista de países con exención de visa y promoviendo la cooperación financiera regional a través de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO). Esto refleja un compromiso con la «apertura de alto nivel» y la creación de una «economía global abierta», posiblemente para contrarrestar la desaceleración económica interna. Por otro lado, el país se encuentra inmerso en una escalada de disputas comerciales y tecnológicas con EE. UU., enfrenta acusaciones de robo de propiedad intelectual y sus instituciones académicas son objeto de escrutinio por vínculos militares. Esto revela una estrategia compleja: proyectar una imagen de apertura y cooperación para fomentar el crecimiento económico y contrarrestar el aislamiento, mientras simultáneamente enfrenta y resiste desafíos geopolíticos y de seguridad significativos, particularmente de EE. UU.
En un esfuerzo por fortalecer la cooperación financiera regional, el Viceprimer Ministro chino, Ding Xuexiang, instó a los estados miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) a reforzar la colaboración en finanzas, promoviendo la liquidación en moneda local y las finanzas digitales inclusivas, y trabajando para el establecimiento de un banco de desarrollo de la SCO.


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