El conflicto de Ucrania se libra también en los escenarios. Un concierto del prestigioso director de orquesta ruso Valery Gergiev, conocido por su estrecha relación con Vladimir Putin, ha sido cancelado en Italia después de una intensa oleada de protestas. El incidente demuestra cómo el mundo de la cultura se ha convertido en un campo de batalla ideológico.
La música ha sido silenciada por la política en el sur de Italia. Los organizadores de un festival de verano en el majestuoso Palacio Real de Caserta, cerca de Nápoles, se han visto obligados a cancelar la actuación del director de orquesta ruso Valery Gergiev, una de las figuras más reconocidas y, a la vez, más controvertidas de la música clásica actual.
La presión pública tumba el concierto
La decisión de cancelar el evento fue la consecuencia directa de la presión ejercida por un amplio abanico de actores sociales. Activistas de derechos humanos, figuras de la oposición rusa en el exilio y parlamentarios europeos lideraron una campaña de protesta contra la presencia de Gergiev en un escenario italiano.
Inicialmente, el gobernador regional, Vincenzo de Luca, había defendido la invitación al director ruso, argumentando que «la lógica de la exclusión no ayuda a la paz». Sin embargo, la ola de críticas fue tan abrumadora que los organizadores del festival finalmente cedieron, demostrando el poder de la movilización ciudadana en el ámbito cultural.
¿Quién es Valery Gergiev? El músico del Kremlin
La controversia en torno a Gergiev no es nueva. El director es una figura pública notoria por su cercanía al presidente ruso Vladimir Putin y por su negativa a condenar la invasión a gran escala de Ucrania.
Su alineamiento con el Kremlin no es solo ideológico, sino también institucional. Gergiev es el director artístico del histórico Teatro Mariinsky de San Petersburgo y, desde diciembre de 2023, también del prestigioso Teatro Bolshoi de Moscú, en sustitución de un director que había firmado una petición contra la guerra.
Desde el inicio del conflicto en 2022, Gergiev ha sido declarado persona non grata en muchos de los principales templos de la música occidental. El Teatro La Scala de Milán fue el primero en romper relaciones con él, seguido por la Filarmónica de Múnich, que lo despidió como director titular.
«La lógica de la exclusión no ayuda a la paz», había argumentado inicialmente el gobernador regional, Vincenzo de Luca, antes de que la presión pública forzara la cancelación.
Este incidente en Italia subraya una tendencia clara: la aplicación de una especie de «sanción cultural» informal, impulsada no por gobiernos, sino por la propia sociedad civil. Mientras los estados imponen sanciones económicas, la opinión pública está creando un conjunto de consecuencias paralelas en el mundo del arte, negando el acceso a escenarios de prestigio a aquellos artistas considerados cómplices o propagandistas del régimen ruso.
Este fenómeno demuestra que, en el contexto actual, la neutralidad ya no es una opción viable para las figuras públicas. El público europeo, o al menos una parte muy activa de él, exige un posicionamiento claro contra la guerra. El caso de Gergiev en Caserta envía un mensaje contundente: no habrá aplausos ni escenarios de prestigio en Occidente para quienes no se opongan de forma explícita a la agresión contra Ucrania. La cultura, lejos de ser un refugio, se ha convertido en una trinchera más del conflicto.
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