Los recientes ataques en Nigeria provocaron un eco internacional que llegó directamente hasta la plaza de San Pedro, donde el papa León XIV, con un gesto de profunda consternación, pronunció un mensaje que rápidamente recorrió el mundo. Más de 300 alumnos y profesores fueron secuestrados en un nuevo episodio que vuelve a mostrar la vulnerabilidad de las escuelas y comunidades religiosas del país africano.
El pontífice, visiblemente afectado, relató que recibió la noticia pocas horas antes del Ángelus, y desde su balcón pidió acciones concretas para garantizar la liberación inmediata de los rehenes. Su voz, firme pero cargada de emoción, marcó el inicio de una jornada donde la preocupación espiritual y humanitaria se mezcló con llamados urgentes a los líderes del mundo.
Un secuestro masivo que sacude a la comunidad internacional
El ataque ocurrió durante la madrugada del viernes en Papiri, estado de Níger. Bandidos armados irrumpieron en la Escuela Secundaria Católica St. Mary’s mientras los estudiantes dormían. En cuestión de minutos, obligaron a 303 menores y a 12 docentes a abandonar el internado y los condujeron hacia una zona boscosa de difícil acceso.
El obispo Bulus Yohanna, presidente de la Asociación Cristiana de Nigeria en Níger, confirmó que el total de personas secuestradas asciende a 315. Entre ellos hay niños de apenas 10 años y adolescentes que se preparaban para exámenes regionales.
Las escenas posteriores en Papiri fueron desgarradoras: un pueblo entero reunido frente al internado vacío, madres clamando por sus hijos, profesores que lograron escapar relatando cómo los atacantes actuaron con precisión táctica y absoluta impunidad.
Los ataques en Nigeria exponen una crisis que crece sin freno
Hacia la mitad de esta historia, la dimensión del problema se vuelve aún más clara: los ataques en Nigeria son parte de una espiral de violencia que combina crimen organizado, extremismo, pobreza y ausencia de seguridad institucional.
Solo en esa misma semana, otros dos secuestros habían sacudido al país:
- 25 niñas raptadas en el estado de Kebbi,
- 38 feligreses secuestrados —incluido un pastor— durante un ataque a una iglesia en Kwara, donde dos personas fueron asesinadas.
Ante esta escalada, el gobierno nigeriano ordenó el cierre de 41 internados considerados de alto riesgo, una medida que, aunque polémica, intenta evitar nuevas tragedias. La policía y el ejército desplegaron operaciones combinadas, pero el terreno hostil y la alta presencia de grupos criminales dificultan los rescates.
UNICEF advirtió que solo el 37 % de los colegios en los estados más afectados cuentan con sistemas de alerta temprana. El resto opera bajo una vulnerabilidad absoluta.
Nigeria entre el extremismo, el bandidaje y la fragilidad institucional
La violencia que golpea al país no es homogénea ni responde a un solo actor. A lo largo de los años, Boko Haram, el Estado Islámico de la Provincia de África Occidental y numerosas bandas criminales han convertido escuelas, iglesias y comunidades rurales en blancos prioritarios.
Los secuestros masivos se han convertido en una práctica tanto lucrativa como estratégica: permiten obtener rescates, generar terror público, debilitar al Estado y enviar mensajes de poder. Desde el rapto de las niñas de Chibok en 2014 —del cual 91 siguen desaparecidas—, los centros educativos quedaron marcados como territorios vulnerables.
La Unión Africana condenó los hechos y llamó a la creación de mecanismos de rendición de cuentas. Su presidente, Mahmoud Ali Youssouf, subrayó que miles de niños africanos viven bajo amenazas constantes: reclutamiento forzado, violencia sexual y secuestros utilizados como arma política y económica.
El llamado del papa y la urgencia de una respuesta global
Para León XIV, lo ocurrido en la escuela St. Mary’s no es solo un ataque contra una comunidad local: es un recordatorio de que el derecho a la educación y a la seguridad religiosa está siendo devastado en amplias regiones de África. Por eso pidió “decisiones adecuadas y oportunas” que garanticen la liberación de los secuestrados.
Su mensaje busca movilizar gobiernos, organizaciones internacionales y actores religiosos para construir una respuesta coordinada y sostenible que permita proteger escuelas e iglesias, pero sobre todo, a los niños que hoy crecen con miedo a asistir a clase.
El cierre de internados, los despliegues militares y las condenas diplomáticas son apenas el inicio. Lo que necesita Nigeria es un sistema capaz de anticipar amenazas, fortalecer instituciones locales y asegurar que los responsables enfrenten a la justicia.
Una herida abierta que el mundo no puede ignorar
Al final de su mensaje, el papa pidió oraciones, pero también acciones. Porque mientras el debate global continúa, cientos de familias esperan noticias concretas sobre el paradero de sus hijos y maestros.
Así, los ataques en Nigeria continúan siendo un espejo doloroso de una realidad que requiere atención urgente, cooperación internacional y un compromiso sostenido para que las escuelas y las iglesias vuelvan a ser lugares seguros en un país que merece vivir en paz.


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