El ataque con drones vuelve a reconfigurar el tablero geopolítico del Mar Negro. En un conflicto donde la tecnología ha ampliado las fronteras del combate, Ucrania utilizó sus drones navales Sea Baby —fabricados localmente— para golpear dos petroleros rusos pertenecientes a la llamada “flota fantasma”: el Kairos y el Virat. Ambos navegaban frente a la costa turca cuando fueron alcanzados en una ofensiva que no sólo apunta a la infraestructura naval de Rusia, sino a su capacidad financiera para sostener la guerra.
La escena se desarrolló la tarde del viernes. En las aguas tensas del Mar Negro, los operadores navales ucranianos activaron una misión que, según un funcionario del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), pretendía reducir los ingresos del Kremlin derivados del comercio de petróleo. La operación fue confirmada a The Associated Press por una fuente que compartió incluso un video del presunto ataque, sin revelar su identidad debido a la sensibilidad del operativo.
Una flota bajo la mira: por qué los petroleros fueron objetivos
Los petroleros Kairos y Virat no eran embarcaciones ordinarias. Según la base de datos OpenSanctions, ambos forman parte de una red de barcos que Rusia utiliza para eludir las sanciones impuestas desde 2022. Cambian de bandera, alteran sus registros y apagan sus sistemas de identificación automática para dificultar su rastreo. Son la columna vertebral de un sistema que permite al Kremlin mover petróleo de manera encubierta y obtener ingresos multimillonarios.
El ataque ucraniano dejó fuera de operación a buques capaces de transportar crudo por un valor cercano a los 70 millones de dólares, de acuerdo con la autoridad ucrania. El Kairos terminó incendiándose, lo que obligó a la Guardia Costera turca a evacuar a sus 25 tripulantes. El Virat no se incendió, pero su capitán emitió una alerta que mencionaba explícitamente “un ataque con drones”, dejando pocas dudas sobre lo ocurrido.
Las autoridades turcas reaccionaron con rapidez: operaciones de rescate, alertas a los barcos cercanos y comunicación directa con Kiev y Moscú para evitar una escalada mayor dentro de su zona económica exclusiva.
El Mar Negro, un escenario cada vez más peligroso
La narrativa de guerra en el Mar Negro ha evolucionado rápidamente. Desde el inicio del conflicto, Ucrania había concentrado sus operaciones navales en la parte norte de esta región, pero este ataque representa una expansión significativa de su alcance. Las autoridades de Turquía incluso llegaron a especular inicialmente con la posibilidad de minas marinas o misiles, pero la evidencia apuntaba a los drones Sea Baby, ya conocidos por su eficacia en ataques anteriores.
A mitad de esta historia, el ataque con drones no sólo destruyó buques sancionados; también puso en evidencia un punto crítico: el Mar Negro es ya un escenario donde el comercio internacional se cruza con una guerra tecnológica sin precedentes. Desde barcos que navegan con identificadores apagados hasta drones que operan a decenas de kilómetros, el área se ha convertido en un tablero de ajedrez donde cada movimiento puede alterar el equilibrio regional.
La ruta de los petroleros antes del ataque
Los registros marítimos muestran que el Virat estaba anclado al norte del Bósforo días antes del ataque, mientras que el Kairos tenía su última posición al sur del estrecho de los Dardanelos. Ambos transitaban rutas sensibles que conectan puertos de Egipto, Turquía, India y China con puertos rusos en el Mar Negro.
Estados Unidos, la Unión Europea, Suiza, Reino Unido y Canadá han sancionado a ambos petroleros en diferentes momentos del año, reforzando la idea de que eran objetivos estratégicos para debilitar la maquinaria económica rusa.
Implicaciones del ataque para Ucrania, Rusia y la región
La ofensiva representa una victoria simbólica y operativa para Ucrania. Al destruir parte de la flota que sostiene el comercio energético ruso, Kiev envía un mensaje claro: seguirá golpeando donde duela financieramente, incluso fuera de los límites habituales de combate.
Para Rusia, el episodio es un recordatorio de que sus rutas marítimas no son tan seguras como se creía. Y para Turquía, custodio de los estrechos más importantes del mundo, es un desafío creciente a su papel como mediador y garante de seguridad regional.
En un conflicto donde la tecnología redefine el poder, el ataque con drones emerge como una herramienta clave en el arsenal ucraniano. Y mientras el Mar Negro siga siendo escenario de estas operaciones, cada nuevo movimiento tendrá repercusiones que resonarán más allá de sus aguas.


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