En un momento crítico para la Iglesia y el mundo, el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, ofreció una homilía que marcará el inicio del Cónclave 2025 con una frase que resuena desde lo más profundo de la Capilla Sixtina: “Que sea elegido el papa que la humanidad necesita en este momento de la historia”.
La misa Pro Eligendo Pontifice, celebrada este martes, convocó a los 133 cardenales que esta semana votarán a puerta cerrada para elegir al próximo líder espiritual de los 1.400 millones de fieles católicos. La primera votación se realizará este miércoles a las 16:30 (hora local). Pero lo que más captó la atención fue el poderoso llamado de Re a desprenderse de todo interés personal.
“Se debe abandonar cualquier consideración personal y tener en mente solo a Dios y el bien de la Iglesia y la humanidad”, advirtió con voz pausada, pero firme.
Un llamado espiritual en tiempos de incertidumbre
A sus 91 años, Giovanni Battista Re no participará en la votación, pero sus palabras se sintieron como una brújula moral en medio de un escenario eclesial y geopolítico convulso. La homilía, como dicta la tradición, esbozó el perfil del pontífice que los tiempos actuales requieren: un líder que, como Jesús, no tema “bajarse al servicio de los demás”, incluso frente a la traición o la adversidad.
Recordando el gesto de Cristo lavando los pies a los Apóstoles, Re enfatizó la necesidad de una Iglesia que abrace la diversidad sin perder la comunión. “Unidad no es uniformidad”, declaró, “sino fidelidad profunda al Evangelio en medio de la diversidad cultural y humana”.
¿Quién será el sucesor de Pedro en un mundo en crisis?
La Iglesia llega a este cónclave con profundas transformaciones impulsadas por el papa Francisco, quien eligió a 108 de los 133 cardenales electores. Muchos de ellos provienen de países que antes no tenían voz en estas decisiones: desde Mongolia hasta Tonga, pasando por Suecia o Mozambique.
Este giro hacia el “sur global” ha introducido una dosis inédita de incertidumbre. Muchos cardenales apenas se conocieron en los días previos al encierro, lo que podría alargar el proceso para alcanzar los 89 votos necesarios (dos tercios) para elegir al próximo papa.
Pero más allá de los cálculos políticos, el clamor espiritual de Re dejó claro que el objetivo trasciende lo humano. “Recemos para que el Espíritu Santo nos regale un papa según el corazón de Dios”, dijo ante los asistentes.
Un nuevo liderazgo para una Iglesia que busca renovar su voz
El cardenal decano también destacó el papel crucial del futuro papa en la “tutela de valores fundamentales” en un mundo que —según dijo— ha avanzado tecnológicamente pero ha perdido el rumbo espiritual.
“El mundo espera de la Iglesia algo más que respuestas políticas: espera liderazgo moral, coherencia, fe viva”, insistió. Y concluyó con una súplica: “Que el Espíritu Santo ilumine las mentes de los electores y los haga concordes en la elección del Papa que necesita nuestro tiempo”.
¿Qué se espera de este cónclave?
El hermetismo es total. Los cardenales entregarán sus celulares, y el Vaticano bloqueará las comunicaciones en torno a la Capilla Sixtina. El secretismo, tradición centenaria del cónclave, garantiza que las decisiones se tomen en un entorno guiado —como lo expresó Re— solo por la oración, la reflexión y la inspiración divina.
Mientras tanto, el mundo observa. Católicos, medios de comunicación y líderes globales mantienen la mirada fija en Roma, sabiendo que la elección que está por ocurrir no solo influirá en la Iglesia, sino también en el diálogo interreligioso, las crisis migratorias, la justicia social y los valores universales de la humanidad.
Una decisión que marcará una era
En este momento de la historia, marcado por guerras, polarización, crisis de fe y avance tecnológico sin precedentes, la figura del papa tiene el desafío de tender puentes, encender conciencias y reavivar la esperanza.
Este cónclave no es uno más. Y la oración del cardenal Re resuena como eco de lo que millones desean: un pastor, no un gestor; un guía espiritual, no un político; un papa que sea, en verdad, “según el corazón de Dios”.
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