La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) atraviesa días de tensión. El asesinato de un joven de 16 años dentro del CCH Sur no solo encendió las alarmas de seguridad, sino también sembró miedo e incertidumbre en toda la comunidad universitaria. Padres preocupados, alumnos nerviosos y docentes consternados conforman un ambiente que exige respuestas inmediatas.
En este contexto, el rector Leonardo Lomelí instruyó a todas las facultades y escuelas de la UNAM a reforzar sus protocolos de seguridad y fortalecer la capacitación de su personal de vigilancia.
El miedo en las aulas
Una estudiante de primer semestre del CCH Sur relató a medios que desde el atentado no logra concentrarse en clase.
“Miras hacia atrás cada cinco minutos, no sabes si volver a salir de la escuela tranquila”.
Ese sentimiento, replicado en miles de jóvenes, evidencia que la seguridad no solo se mide en cámaras o guardias, sino en la confianza de sentirse protegidos.
Por ello, la universidad decidió priorizar también la salud mental de los estudiantes, convencida de que la tranquilidad emocional es parte esencial de la seguridad.
Medidas inmediatas: seguridad y clases en línea
Ante el clima de tensión, varias facultades optaron por suspender temporalmente las clases presenciales y trasladarlas a modalidad en línea. Esto permitió implementar ajustes en accesos, revisiones y protocolos internos.
Al mismo tiempo, se pidió a la comunidad universitaria denunciar cualquier situación sospechosa mediante las líneas SOS UNAM y Dirección Puma, para actuar de manera inmediata.
Amenazas falsas y la era de la desinformación
El miedo se ha visto alimentado por amenazas falsas de bomba y agresiones, difundidas a través de correos electrónicos, redes sociales y hasta hojas pegadas en los baños. Aunque todas resultaron ser falsas, generaron suspensiones de clases y una ola de pánico.
La policía cibernética ya identificó a algunos responsables: un alumno de la Facultad de Química y otro del CCH Vallejo. Ambos admitieron haber buscado que se reforzara la seguridad, aunque su acción derivó en parálisis académica y desconfianza colectiva.
La prioridad: salud mental y confianza
Para las autoridades, la prioridad no es solo reforzar la seguridad física, sino también acompañar a los estudiantes en el plano emocional.
“La comunidad está temerosa y nerviosa, y debemos ser empáticos con sus temores”, señaló Arturo Ruiz, coordinador universitario.
La psicosis colectiva que generan noticias falsas o rumores debe frenarse con comunicación clara, redes de apoyo y espacios de escucha.
Seguridad con rostro humano
La tragedia en el CCH Sur es un recordatorio de que la seguridad universitaria no se limita a barreras físicas, sino que debe incluir el cuidado emocional y la reconstrucción de la confianza. La UNAM enfrenta un desafío histórico: garantizar que sus más de 360 mil estudiantes se sientan seguros para aprender, crecer y desarrollarse en paz.
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