El sistema penitenciario de la Ciudad de México no solo está fallando en contener el crimen: lo está incubando. Investigaciones y reportes oficiales exponen una realidad escalofriante: las cárceles se han convertido en centros de operaciones para la extorsión, con reos que viven con lujos y operan con la presunta complicidad de las autoridades.
Cuando suena una llamada de un número desconocido, la mayoría de los ciudadanos duda en contestar. El temor a la extorsión telefónica es una realidad cotidiana en México. Lo que muchos no saben es que, según cifras oficiales, hasta el 70% de esas llamadas amenazantes provienen del interior de las prisiones del país. Lejos de ser centros de reinserción, penales como Santa Martha Acatitla y el Reclusorio Oriente en la Ciudad de México funcionan como verdaderos «call centers» del crimen, donde la extorsión es un negocio organizado, rentable y protegido.
El ‘Modus operandi’: Guiones, terror psicológico y tecnología
La operación no es improvisada. Los reos extorsionadores trabajan con un método refinado para maximizar su efectividad.
* Ingeniería Social y Violencia Psicológica: El extorsionador utiliza un manejo psicológico violento, a menudo revelando un dato real de la víctima (obtenido de bases de datos filtradas o redes sociales) para generar credibilidad y pánico. La víctima, asustada, termina por revelar más información sin darse cuenta.
* Tecnología para el Engaño: Para hacer las amenazas más creíbles, los reos utilizan grabaciones de personas llorando, sirenas de policía o comunicaciones de radio para simular un secuestro o un operativo en tiempo real. Un audio de una investigación muestra cómo un reo activa una grabación de una mujer llorando para convencer a la víctima de que tiene a su hija secuestrada.
* Chips de Otros Estados: Para evitar ser rastreados y añadir verosimilitud a sus amenazas de pertenecer a grandes cárteles, los reos utilizan chips de celular comprados en otros estados como Jalisco o Tamaulipas. Estos chips son introducidos a las prisiones de forma clandestina, a menudo escondidos en objetos como escapularios religiosos.
“Controlan todo”: Lujos y complicidad de autoridades
Esta industria criminal no podría florecer sin dos elementos clave: corrupción y control interno. Informes y testimonios señalan que al menos cuatro células criminales controlan los penales de la CDMX, incluyendo la penitenciaría de Santa Martha. Estos grupos se dedican a la extorsión (tanto a internos como a personas en el exterior), venta de drogas, cobro de cuotas y homicidios.
«Ellos tienen celulares, armas, drogas, alcohol, acceso a todo.» – Testimonio de un familiar de un reo en el Reclusorio Oriente.
El dinero obtenido de las extorsiones se utiliza para comprar una vida de lujos dentro de la prisión: celdas con televisores, microondas, ventiladores y otros privilegios. Esta comodidad es imposible sin la colusión de las autoridades penitenciarias. Un informe entregado al gabinete de seguridad del gobierno capitalino y a la Presidencia de la República detalla que estas mafias operan con la complicidad de personal de seguridad y custodia, e incluso de directores de los reclusorios. Un diagnóstico de supervisión penitenciaria ya había identificado al líder de una célula delictiva que controlaba diferentes actividades ilícitas desde el Reclusorio Oriente.
¿Cómo protegerse de la extorsión telefónica?
Ante esta realidad, las autoridades y expertos en seguridad emiten recomendaciones clave:
- Colgar inmediatamente: La primera y más importante regla. No entablar conversación.
- No proporcionar información personal: Nunca confirmar nombres, direcciones ni datos familiares.
- Localizar al familiar: Intentar contactar de inmediato a la persona que supuestamente está en peligro.
- No contestar números desconocidos: Especialmente si tienen ladas de otros estados que no reconoce.
- Denunciar: Reportar el número al 089 (Denuncia Anónima).
El problema de la extorsión desde las cárceles es un cáncer en el sistema de justicia. Mientras las prisiones sigan siendo centros de mando criminal en lugar de espacios de rehabilitación, cada ciudadano con un teléfono celular seguirá siendo una víctima potencial.
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