En Quintana Roo, tres sentencias ejemplares contra agresores sexuales revelan una constante alarmante: la falta de credibilidad que enfrentan las niñas cuando denuncian violencia sexual en su entorno más cercano. Las historias, aunque distintas en detalles, coinciden en un mismo patrón: las víctimas dijeron la verdad, pero sus voces fueron ignoradas por quienes debieron protegerlas.
El fiscal general del Estado, Raciel López Salazar, confirmó las sentencias dictadas por jueces de juicio oral en cada uno de los casos.
Caso 1: Justicia tras años de silencio en Cancún
En Benito Juárez (Cancún), un hombre de 76 años fue condenado a 50 años de prisión por el delito de violación en agravio de una niña que consideraba como su figura paterna. La menor vivía con su madre y su agresor desde los siete años, en un entorno que inicialmente parecía seguro. Sin embargo, al cumplir los 10 años, comenzaron los abusos.
La víctima intentó alertar a su entorno: primero a su hermano, luego a su madre. Ninguno le creyó. Eventualmente, su madre terminó separándose del agresor, pero en una decisión difícil de entender, lo dejó a cargo de la niña “por el cariño que se tenían”.
Fue hasta que una familiar presenció una situación anómala que la verdad salió a la luz. Gracias a esta testigo, la madre recuperó a su hija y presentó la denuncia formal. La Fiscalía logró la sentencia condenatoria, reconociendo la gravedad del daño y la responsabilidad del adulto.
Caso 2: El abuelo que sí escuchó
En la zona continental del municipio de Isla Mujeres, un hombre de 35 años fue sentenciado a 40 años de prisión por agredir sexualmente a la hija de su pareja. Los hechos ocurrieron durante los turnos nocturnos de la madre, quien trabajaba en un hotel y dejaba a su hija bajo el cuidado de este sujeto.
Cuando la menor, de apenas 6 años, intentó decirle a su madre que se sentía incómoda por las acciones del hombre, fue ignorada. Su miedo aumentó cuando comenzó a recibir amenazas, lo que la llevó a guardar silencio.
A los 8 años, durante unas vacaciones con sus abuelos maternos, la niña finalmente pudo expresarse con libertad. Su abuelo escuchó atentamente su relato y, pese a la negación inicial de la madre, decidió actuar. Acudió al DIF, recibió asesoría legal y presentó la denuncia ante la Fiscalía.
Gracias a esta intervención, se rescató a la menor del entorno de riesgo y el agresor fue llevado ante la justicia.
Caso 3: Una voz apagada por años en Chetumal
En la capital del estado, un hombre de 60 años fue condenado a 70 años de cárcel por delito sexual en perjuicio de su sobrina. Los hechos se remontan a cuando la niña tenía 9 años y acudía con frecuencia a la casa de su abuela, donde también se encontraba el agresor.
Durante varios años, la menor fue víctima de violencia que mantuvo en secreto por temor a represalias contra sus hermanas menores. En un momento de valentía, reveló lo que estaba ocurriendo a su madre y a su abuela, pero ambas minimizaron la situación y no actuaron legalmente.
La última agresión ocurrió cuando la víctima tenía 13 años. Su padre, notando un cambio en su comportamiento, decidió acercarse, escuchar y generar un espacio de confianza. Fue entonces cuando la adolescente se sintió segura para contar toda la verdad.
El padre presentó la denuncia y asumió la custodia de su hija, quien hoy está fuera de peligro. El juicio concluyó con una sentencia histórica que envía un mensaje firme contra la impunidad.


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