El sarampión es una enfermedad viral sumamente contagiosa que representa un riesgo significativo para la salud, especialmente en poblaciones vulnerables como niños pequeños, individuos con enfermedades crónicas o aquellos con sistemas inmunológicos debilitados. En ciertos casos, las complicaciones derivadas del sarampión pueden ser severas e incluso mortales.
La enfermedad se caracteriza inicialmente por la aparición de síntomas como fiebre alta, que puede alcanzar los 40 °C, congestión nasal, tos persistente, y ojos enrojecidos, conocidos como conjuntivitis. Un signo distintivo precoz son las pequeñas manchas blancas que se desarrollan dentro de la boca.
Posteriormente, emerge un exantema, o erupción de ronchas pequeñas, que comienza en la cara y el cuello y se disemina rápidamente por el resto del cuerpo. En personas con sistemas inmunes comprometidos, la enfermedad puede progresar a complicaciones graves, incluyendo neumonía.
La facilidad con la que el sarampión se propaga subraya su naturaleza altamente contagiosa. La transmisión ocurre principalmente a través del contacto directo con gotitas respiratorias expulsadas por una persona infectada al toser, estornudar o hablar. La proximidad a un individuo enfermo es suficiente para contraer el virus. Por esta razón, la adopción de prácticas básicas de higiene es crucial para limitar su propagación.
Esto incluye el lavado frecuente de manos, el uso de desinfectantes, cubrirse la boca y la nariz con el antebrazo al estornudar o toser, y el uso de cubrebocas cuando se está enfermo. Estas medidas, aunque simples, juegan un papel vital en la reducción del riesgo de contagio dentro de la comunidad.
La Vacunación como Pilar Fundamental de la Prevención
La estrategia más eficaz y probada para prevenir el sarampión es la vacunación. La vacuna triple viral (SRP) ofrece protección contra el sarampión, la rubéola y la parotiditis (paperas). Es una vacuna segura y altamente eficaz, administrada mediante una inyección en el brazo izquierdo.
Esta vacuna está ampliamente disponible en clínicas del IMSS y otras instituciones de salud pública a lo largo de México, y su aplicación generalmente solo requiere la presentación de la cartilla de vacunación.
El esquema de vacunación establecido para la SRP contempla la administración de dos dosis. La primera dosis se aplica cuando el niño alcanza los 12 meses de edad. La segunda dosis se administra a los 6 años, coincidiendo frecuentemente con el ingreso a la educación primaria.
Es fundamental adherirse a este esquema de vacunación para asegurar una protección completa y duradera. Si un niño no ha recibido la segunda dosis a los 6 años, se recomienda encarecidamente que reciba una dosis adicional a partir de los 10 años de edad. En situaciones donde un individuo no ha recibido ninguna dosis previa de la vacuna, se deben aplicar dos dosis con un intervalo de cuatro semanas entre cada una para establecer una inmunidad efectiva.
Es importante considerar ciertas precauciones antes de la vacunación. Las mujeres embarazadas no deben recibir la vacuna durante el primer trimestre. Además, se aconseja encarecidamente consultar a un médico antes de la vacunación si se padece de condiciones médicas como cáncer, VIH/SIDA, desnutrición, o cualquier otra enfermedad que comprometa el sistema inmunológico, ya que estas condiciones pueden requerir consideraciones especiales. Para obtener más información detallada sobre el sarampión, sus síntomas y los esquemas de vacunación, la Secretaría de Salud ofrece líneas telefónicas de la Unidad de Inteligencia Epidemiológica y Sanitaria: 5337 1845 desde la Ciudad de México o 01 (800) 00 44 800 desde cualquier otra parte del país.


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