La zona sur de Quintana Roo podría convertirse en uno de los polos más importantes de generación eléctrica renovable del sureste. Un nuevo parque fotovoltaico, propuesto en un terreno de poco más de 500 hectáreas en el municipio de Othón P. Blanco, ingresó a evaluación ambiental ante la Semarnat. De aprobarse, este proyecto llamado “PFV Chetumal” aportaría energía limpia al Sistema Eléctrico Nacional y reforzaría la infraestructura de un estado golpeado de manera constante por apagones y variaciones de voltaje.
Se trata de una obra de gran escala. El documento técnico presentado describe un parque que funcionaría durante 30 años, con 30 meses de preparación y construcción, y un año adicional para su cierre. Su potencia sería notable: 237.93 megawatts nominales, con más de 396 mil paneles solares monocristalinos instalados sobre estructuras móviles tipo “tracker”, las cuales permiten seguir el movimiento del sol para mejorar la captación de energía. Toda la electricidad generada sería enviada a la subestación de la Comisión Federal de Electricidad en Xul-Ha, a través de una línea de transmisión aérea de 6.66 kilómetros.
Energía y viabilidad ambiental en el nuevo proyecto fotovoltaico
El argumento central del proyecto es que hoy la región enfrenta una infraestructura limitada y vulnerable. Los apagones registrados en Chetumal, Bacalar y diversas comunidades rurales responden a una red saturada y altamente dependiente de plantas lejanas. De acuerdo con el documento, los objetivos principales son reforzar el suministro eléctrico, garantizar capacidad para atender la demanda futura y aportar energía limpia al Sistema Eléctrico Nacional.
Además, la empresa destaca que la obra generaría empleos locales durante la construcción y operación, así como derrama económica asociada a la renta de tierras.
Un terreno ya modificado

El estudio ambiental presentado ante la Semarnat sostiene que el proyecto no se instalará sobre selvas conservadas, sino en un paisaje que lleva décadas siendo transformado por actividades agrícolas y ganaderas. En el Sistema Ambiental Regional, la vegetación forestal original apenas representa 8.2% del territorio; el resto corresponde a potreros y terrenos agrícolas abandonados o en uso.
Durante las visitas de campo, el equipo ambiental no registró especies de flora o fauna protegidas bajo la NOM-059, aunque el estudio aclara que la región sí presenta fauna silvestre común del sur de Quintana Roo, cuya presencia debe manejarse con cuidado durante el desmonte y la construcción.
El diagnóstico también subraya que se trata de un ecosistema fragmentado y con baja calidad ambiental, lo que reduce la posibilidad de impactos severos sobre biodiversidad altamente conservada.
Impactos ambientales identificados
La evaluación detecta 20 impactos ambientales potenciales: 17 negativos y tres positivos. Entre los negativos destacan la remoción de vegetación, la pérdida de hábitat, la modificación del paisaje, la alteración del relieve y el incremento de la erosión. También se contempla la posibilidad de atropellamiento de fauna y afectaciones temporales por polvo, ruido o derrames de aceites durante la etapa de construcción.
Los impactos positivos señalados incluyen la generación de energía renovable, la creación de empleos y el ingreso para propietarios de tierras.
El documento explica que, bajo los criterios de la Ley General del Equilibrio Ecológico, el proyecto no genera impactos “significativos”, pero sí “destacables”, especialmente en los factores de vegetación, fauna y paisaje. Por ello se propone un paquete amplio de medidas para prevenir o mitigar sus efectos.
¿Cómo avanzaría el proyecto?
El plan general prevé que la construcción se extienda por 30 meses. Durante este periodo se realizaría el desmonte controlado, la instalación de paneles solares, el montaje de subestaciones, la apertura de caminos internos y la construcción de la línea de transmisión hacia Xul-Ha. Las medidas ambientales se aplicarán de forma escalonada, según un calendario detallado en el documento.
Una vez en operación, el parque funcionaría durante tres décadas con mantenimiento continuo. Al finalizar su vida útil, la empresa deberá retirar la infraestructura y permitir que la vegetación se regenere mediante “sucesión natural”.
El proyecto aún no está autorizado. Corresponde ahora a la Secretaría de Medio Ambiente analizar la Manifestación de Impacto Ambiental, revisar si las medidas propuestas son suficientes y determinar si la obra puede realizarse en los términos planteados.
De aprobarse, el parque fotovoltaico sería uno de los más grandes de la Península y un paso relevante para diversificar la matriz energética de Quintana Roo. En una región donde la población crece y la demanda eléctrica se dispara, la apuesta por la energía solar podría representar un respiro frente a los apagones que hoy afectan a miles de hogares.
MEDIDAS DE MITIGACIÓN
- Rescate y reubicación de flora y fauna, con técnicas de ahuyentamiento previo para evitar que los animales queden atrapados durante la construcción.
- Colocación de salvapájaros en la línea de transmisión para reducir el riesgo de colisiones.
- Humectación constante de caminos para evitar la dispersión de polvo.
- Uso de kits antiderrames, materiales impermeables y contención de aceites y combustibles para proteger el suelo y el agua.
- Manejo integral de residuos, con retiro inmediato de materiales de construcción.
- Acciones contra la erosión, como el acopio de suelo orgánico y la implementación de obras de protección.
- Señalización interna para limitar velocidades y proteger a la fauna.
- Limpieza del sitio antes de iniciar operación y de manera periódica para mantener condiciones paisajísticas adecuadas.
- La empresa también plantea capacitación obligatoria para todo el personal, enfocada en buenas prácticas ambientales y en protección de la biodiversidad local.


TE PODRÍA INTERESAR