En una conferencia matutina que captó la atención nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo abordó uno de los temas más polémicos del momento: los narcocorridos y su presencia en la cultura popular mexicana. Esto tras los incidentes violentos ocurridos durante el concierto de Luis R. Conriquez en el Palenque de la Feria del Caballo de Texcoco, donde el artista se habría negado a cantar algunos corridos tumbados.
Sheinbaum fue clara: no se trata de prohibir un género musical, sino de fomentar un consenso social para que los contenidos no glorifiquen al crimen organizado, la violencia o la misoginia.
Texcoco y el estallido de una discusión pendiente
La noche en Texcoco se tornó tensa. Lo que debía ser una velada musical terminó con altercados, después de que Conriquez optara por no interpretar corridos asociados al narco. Las reacciones no se hicieron esperar: mientras algunos espectadores lo defendieron, otros provocaron disturbios que encendieron la alarma sobre el alcance de estos géneros en la vida pública.
Esta escena fue el catalizador para que Sheinbaum hiciera un llamado nacional a la reflexión:
“Lo que ocurrió no debe normalizarse. Hay que construir una cultura de paz y respeto, donde la música no promueva caminos de violencia”.
¿Prohibición o evolución cultural?
Aunque algunos gobiernos locales han optado por vetar la presentación de narcocorridos en eventos públicos, Sheinbaum propone un enfoque distinto: educar a través de la conciencia colectiva.
“No se trata de silenciar la música, sino de cuestionar lo que estamos promoviendo como modelo de vida, especialmente para la juventud”, sentenció.
Este posicionamiento evita una narrativa censora y abre un espacio para el debate cultural, reconociendo la fuerza de la música como medio de influencia social.
Jóvenes y narcoestética: ¿una opción de vida?
Uno de los puntos más contundentes del discurso presidencial fue su referencia a los jóvenes, quienes muchas veces encuentran en los corridos tumbados una representación aspiracional.
“Acercarse a un grupo delictivo no debe verse como un futuro deseable. Debemos ofrecer alternativas reales, con valores y oportunidades”, remarcó Sheinbaum.
En ese sentido, destacó el concurso “México Canta”, una iniciativa que busca visibilizar talentos musicales que promuevan mensajes positivos, alejados de la narcocultura y el machismo que por décadas han permeado diversos géneros musicales.
Música, misoginia y medios: una revisión necesaria
Sheinbaum no solo puso el foco en los narcocorridos, sino en un fenómeno más amplio: la normalización de la violencia en la cultura popular, desde canciones hasta series de televisión.
Criticó especialmente la cosificación de la mujer en muchas letras, algo que considera incompatible con un país que busca avanzar en igualdad y justicia.
“No se trata de puritanismo. Se trata de preguntarnos si queremos seguir viendo a la mujer como objeto o a los criminales como héroes”.
La reacción en redes: entre aplausos y controversia
Las redes sociales no tardaron en posicionar el tema como trending topic. Muchos usuarios aplaudieron la propuesta de transformar el contenido cultural desde la raíz, mientras que otros lo vieron como un intento velado de censura.
Lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, México discute públicamente los límites de la libertad artística frente a la responsabilidad social.
Una oportunidad histórica para redefinir la cultura
La declaración de Claudia Sheinbaum marca un antes y un después en la conversación nacional sobre la música regional mexicana y su influencia en la juventud. Lejos de plantear prohibiciones directas, la presidenta propone un cambio cultural profundo, donde los escenarios y las pantallas dejen de ser espacios que glorifican la violencia.
Este momento es una oportunidad para repensar qué tipo de narrativa queremos como sociedad, y cómo podemos construir un México que celebre su música, sin hacerle eco al crimen.
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