El rostro más joven de la guerra: la niñez reclutada en México
El rostro de Braulio se ilumina cuando recuerda su infancia, pero su mirada se apaga al hablar de su adolescencia. Tenía apenas 13 años cuando un grupo de hombres lo invitó a “ganarse dinero rápido”. En su colonia, todos sabían a qué se referían. La pobreza, la falta de oportunidades y la normalización de la violencia lo llevaron a un camino sin retorno. Su historia, como la de miles, es el reflejo de una tragedia nacional: el reclutamiento infantil por parte del crimen organizado.
En México, la organización Reinserta calcula que hasta 250 mil niños y adolescentes entre 12 y 15 años están en riesgo de ser reclutados por cárteles. Los estados más afectados son Chihuahua, Colima, Baja California, Estado y Ciudad de México, zonas donde las redes criminales utilizan las redes sociales y los videojuegos como canales de captación.
La nueva ruta del reclutamiento: los medios digitales
Saskia Niño de Rivera, cofundadora de Reinserta, advirtió que el reclutamiento ya no ocurre únicamente en las calles, sino también en los entornos digitales. Los grupos criminales aprovechan la vulnerabilidad emocional y económica de los menores, prometiéndoles dinero, reconocimiento o pertenencia. “Las infancias mexicanas no pueden seguir siendo la cara más joven de la guerra”, enfatizó.
Las plataformas digitales, los chats en línea y los videojuegos se han convertido en espacios donde el crimen organizado identifica, contacta y manipula a los menores. En un país donde la violencia se ha normalizado, el peligro ya no llega tocando la puerta: llega por mensaje directo.
Historias reales que revelan la magnitud del problema
El libro ¿Cómo no ser un sicario?, presentado por Reinserta, recopila testimonios de adolescentes reclutados por grupos delictivos. Entre ellos, el de Tito, quien fue introducido al mundo criminal por su propio padre sin darse cuenta, o el de Raúl, que soñaba con ser futbolista, pero terminó manejando armas a los 14 años.
De acuerdo con las investigaciones de la organización, 6 de cada 10 adolescentes reclutados comenzaron a consumir drogas entre los 11 y 15 años, y 5 de cada 10 ingresaron a un cártel entre los 14 y 16 años. La mayoría había tenido contacto con la violencia desde su infancia.
México: un país donde 8 de cada 10 territorios tienen presencia criminal
Reinserta subraya que el 81% del territorio mexicano tiene presencia de grupos delictivos, lo que convierte el reclutamiento infantil en un fenómeno nacional. En comunidades marginadas, donde escasean las escuelas, los centros deportivos o las oportunidades laborales, las promesas del crimen parecen más reales que las del Estado.
“Vivimos en un país que normaliza la violencia. Nuestras infancias crecen creyendo que es parte de su entorno”, expresó José Pablo, director operativo de Reinserta, al presentar los resultados de una investigación realizada en siete estados entre 2020 y 2021, con entrevistas a 70 niños y adolescentes involucrados con el crimen organizado.
La urgencia de una respuesta: leyes, educación y empatía
Reinserta pidió que el reclutamiento infantil sea tipificado como delito federal y que se impulsen planes estatales de prevención que atiendan las causas estructurales en cada región. Además, solicitó la creación de un sistema de información nacional que registre cuántos menores han sido reclutados y su situación actual.
La organización propone que el Estado implemente mecanismos especializados de atención, recuperación y reintegración para los niños y adolescentes que logren salir del crimen, garantizando su acceso a la educación, a la salud mental y a oportunidades laborales dignas.
“Urge voluntad política, pero también voluntad social”, recalcó Saskia Niño de Rivera. “Debemos dejar de mirar hacia otro lado. Estos niños no son delincuentes, son víctimas de un país que les falló”.
Una herida que necesita ser atendida
México enfrenta un desafío monumental: romper el ciclo de la violencia heredada. El reclutamiento infantil no solo destruye vidas, sino que también perpetúa la inseguridad, la desigualdad y el dolor social. La verdadera reconstrucción del país comienza por proteger a quienes aún pueden ser salvados: sus niños.
La historia de Braulio y de tantos otros no debe repetirse. Ellos no nacieron para empuñar un arma, sino para soñar, estudiar y vivir en paz. Cada acción, cada política pública y cada acto de empatía puede marcar la diferencia entre un futuro truncado y una infancia rescatada.
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