La UNCTAD revela una alarmante caída en la Inversión Extranjera Directa por segundo año. Descubre por qué las tensiones globales son un «veneno» para la economía.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ha encendido las alarmas a nivel mundial. Su más reciente informe confirma una drástica caída en la Inversión Extranjera Directa (IED) por segundo año consecutivo, un fenómeno atribuido a un «veneno» de tensiones geopolíticas y fragmentación comercial que amenaza con paralizar el desarrollo global.
En un panorama económico mundial cada vez más sombrío, la UNCTAD presentó este jueves su Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2024, revelando una tendencia que pone en jaque las aspiraciones de crecimiento de las naciones en desarrollo. La IED global, un motor clave para el progreso, ha caído por segundo año consecutivo, con un descenso del 11% en 2024 si se excluyen las volátiles transacciones financieras que atraviesan economías de tránsito en Europa.
La cifra, aunque preocupante por sí sola, esconde una realidad aún más grave: una reducción significativa en la inversión productiva real, aquella que construye fábricas, genera empleos y financia infraestructura vital.
Un «veneno» para la confianza del inversor
La Secretaria General de la UNCTAD, Rebeca Grynspan, no ha dudado en calificar la situación con una metáfora contundente. Las crecientes tensiones geopolíticas y la fragmentación del comercio actúan como un «veneno» para la confianza de los inversores. Según el informe, las empresas multinacionales están priorizando la gestión de riesgos a corto plazo por encima de las estrategias de inversión a largo plazo, especialmente en sectores sensibles a la seguridad nacional y a los vaivenes de las políticas comerciales.
Esta aversión al riesgo se traduce en una parálisis de capital. Las perspectivas para 2025 son aún más pesimistas, con datos preliminares del primer trimestre que muestran que los acuerdos de financiación de proyectos y las fusiones y adquisiciones se encuentran en mínimos históricos.
El impacto desigual: América Latina en el punto de mira
El descenso de la inversión no ha sido uniforme. Las economías desarrolladas sufrieron una caída del 22%, mientras que América Latina y el Caribe experimentaron una contracción del 12% en los flujos de IED. Aunque se registraron anuncios de nuevos proyectos en mercados clave como Argentina, Brasil y México, la tendencia general es a la baja.
Este fenómeno revela una paradoja crítica para México. Mientras el país se posiciona como un beneficiario clave del «nearshoring», el pastel global de la inversión se está encogiendo. La competencia por este capital, ahora más escaso y miedoso, es más feroz que nunca. La situación demuestra que la estabilidad interna y un estado de derecho predecible ya no son un lujo, sino un imperativo económico. Cualquier percepción de inestabilidad política o incertidumbre jurídica, como la generada por la reciente reforma judicial, se convierte en un factor disuasorio mucho más potente en un entorno global donde los inversores ya están a la defensiva.
«Las empresas multinacionales dieron cada vez más prioridad a la gestión del riesgo a corto plazo frente a las estrategias a largo plazo, especialmente en sectores sensibles a la seguridad nacional.» – Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2024, UNCTAD.
El déficit que frena el futuro
Quizás el dato más alarmante del informe es el impacto directo sobre el desarrollo sostenible. La inversión en sectores críticos como infraestructura, energía renovable y sistemas de agua y saneamiento (WASH) se desplomó.
El informe advierte que los niveles actuales de inversión están muy lejos de las necesidades globales. Se estima que se necesitan unos 4 billones de dólares anuales para cerrar la brecha de financiación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en los países en desarrollo, una meta que, con cada informe, parece más lejana.
La UNCTAD hace un llamado urgente a remodelar las normas y los incentivos que rigen el capital mundial. Solo así, concluye el organismo, los países podrán aprovechar las oportunidades para cerrar la brecha digital y convertir la volatilidad actual en un avance real hacia el futuro.


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