Generación Z volvió a colocarse en el centro del debate público este fin de semana, luego de que la llamada Marcha Nacional del Silencio por la Paz registrara una escasa asistencia en la Ciudad de México. El movimiento, que se autodefine como una expresión ciudadana independiente, buscaba visibilizar su inconformidad con la situación de violencia, las desapariciones y lo que consideran un cierre de espacios de diálogo por parte del gobierno federal.

Sin embargo, el resultado distó mucho de las expectativas planteadas por sus organizadores. En Paseo de la Reforma, uno de los principales corredores de protesta del país, se concentraron alrededor de 120 personas, según reportes de la policía capitalina, una cifra que evidenció la limitada capacidad de convocatoria del grupo.
Una marcha con bajo impacto en Reforma
La movilización inició poco después de las 11 de la mañana en el Ángel de la Independencia, desde donde los participantes avanzaron en silencio con rumbo a Bellas Artes. A diferencia de otras protestas masivas que han colmado esta avenida, la presencia fue reducida y dispersa, sin afectar de manera significativa la dinámica urbana ni generar grandes concentraciones.
Iván Rejón, vocero del movimiento, explicó que la marcha no llegaría al Zócalo capitalino debido al blindaje del Centro Histórico, implementado desde un día antes por autoridades de la Ciudad de México. Esta situación, afirmó, limitó el alcance simbólico de la protesta y obligó a modificar el recorrido original.
Exigencias del movimiento y discurso central
Entre las principales demandas de la Generación Z se encuentra la instalación de una mesa de diálogo con el gobierno federal y un alto a las desapariciones de personas en el país. Los organizadores sostienen que su protesta busca ser un llamado pacífico y silencioso para evidenciar el descontento social frente a estos temas.
Durante el recorrido, los manifestantes portaron banderas de México, imágenes religiosas como la Virgen María y pancartas con consignas críticas hacia la administración federal. El carácter simbólico de estos elementos pretendía reforzar la idea de una protesta ciudadana, ajena —según sus voceros— a intereses partidistas.
El silencio que se rompió en el trayecto
Aunque la convocatoria se presentó como una marcha del silencio, el ambiente cambió brevemente al pasar frente al Senado de la República. En ese punto, algunos asistentes comenzaron a gritar consignas como “¡Fuera Morena!”, rompiendo la dinámica inicial de protesta silenciosa.
Este episodio reflejó una tensión interna entre el discurso de neutralidad y la expresión abierta de rechazo político, lo que para algunos observadores resta claridad al mensaje del movimiento y dificulta su posicionamiento frente a una opinión pública cada vez más polarizada.
Escasa respuesta ciudadana y falta de adhesión
A lo largo del trayecto, la reacción de quienes observaban desde las banquetas fue limitada. Aunque algunas personas tomaron fotografías o grabaron videos con sus teléfonos celulares, no se sumaron a la movilización. Esta falta de adhesión espontánea evidenció la desconexión entre el llamado del movimiento y el interés de la ciudadanía en general.
El propio Iván Rejón reconoció que existe un malestar social latente, pero insistió en que el problema radica en que, desde su perspectiva, el gobierno no escucha a quienes menos voz tienen. “Lo que la gente exige es poder representarse y alzar la voz”, afirmó durante la caminata.
Un nuevo tropiezo en la organización juvenil
Este nuevo intento fallido se suma a otras convocatorias previas que tampoco lograron reunir a grandes contingentes. Analistas señalan que la falta de estructura, de liderazgos claros y de una narrativa cohesionada ha dificultado que la Generación Z consolide un movimiento con mayor impacto social.
Además, la competencia con otras agendas públicas, la saturación de protestas y el escepticismo ciudadano frente a nuevas organizaciones podrían explicar la baja participación, incluso en temas tan sensibles como la seguridad y las desapariciones.

Generación Z: Desafíos para un movimiento emergente
La reciente marcha dejó en claro que la Generación Z enfrenta serios retos para posicionarse como un actor relevante en la escena política y social del país. Aunque sus demandas apuntan a problemas reales y profundamente sentidos, la escasa convocatoria revela una brecha entre el discurso del movimiento y su capacidad de movilización.
Para ganar legitimidad y respaldo ciudadano, el grupo deberá replantear sus estrategias, fortalecer su organización y construir un mensaje más claro y coherente. De lo contrario, sus llamados podrían seguir diluyéndose en el espacio público, con marchas que, pese a su simbolismo, pasan casi desapercibidas.


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