El aumento de la naloxona en México: una respuesta urgente al fentanilo
En calles, albergues y centros comunitarios de México, organizaciones civiles entregan cada semana hasta 50 dosis de naloxona, un medicamento que se ha convertido en la última defensa contra las sobredosis provocadas por drogas adulteradas con fentanilo. La escena se repite con frecuencia: un joven pierde la respiración tras consumir una pastilla falsificada; un voluntario aplica naloxona en forma de atomizador nasal; y en menos de tres minutos la vida regresa. Ese instante resume la magnitud de una crisis que ya no distingue fronteras ni edades.
¿Qué es la naloxona y por qué es tan necesaria hoy?
La naloxona es un medicamento capaz de revertir en segundos una sobredosis por opioides como la heroína, el fentanilo o los analgésicos recetados. Se administra fácilmente en forma de inyección o spray nasal, sin necesidad de entrenamiento médico. No genera dependencia ni causa daño si se aplica a alguien que no consumió opioides, por lo que se ha convertido en un salvavidas que cualquiera puede usar. La llegada de drogas adulteradas con fentanilo, al menos 50 veces más potente que la heroína, disparó la necesidad de tener naloxona a la mano.
México y la expansión silenciosa de las sobredosis
En 2021, más de 80 mil de las 107 mil muertes por sobredosis en Estados Unidos estuvieron relacionadas con opioides, y los expertos advierten que México sigue la misma ruta. El fentanilo ilícito está presente en pastillas falsas que imitan medicamentos comunes como Xanax u oxicodona, y también en drogas recreativas como la cocaína. La facilidad de acceso, incluso en plataformas como TikTok o Snapchat, ha multiplicado el riesgo en adolescentes y jóvenes. Ante este panorama, la distribución comunitaria de naloxona ya no es una alternativa, sino una necesidad.
Historias que muestran la diferencia
Laura, voluntaria de una organización civil en Tijuana, recuerda el caso de un adolescente de 16 años que ingirió una pastilla pensando que era un ansiolítico. Cayó inconsciente en minutos. Gracias a la naloxona, aplicada por un compañero que llevaba un atomizador nasal en su mochila, el joven volvió a respirar. “Si no hubiera sido por la naloxona, estaría muerto”, asegura Laura. Estas historias, cada vez más comunes, reflejan la delgada línea entre la vida y la muerte en la crisis del fentanilo.
Los riesgos de la dependencia al fentanilo adulterado
El fentanilo ilícito representa una de las amenazas más letales de esta generación. Su potencia, su bajo costo de producción y su combinación con otras sustancias lo convierten en un enemigo invisible. Una dosis mínima puede detener la respiración en segundos, y los síntomas de sobredosis –pupilas contraídas, piel fría, pérdida de consciencia– aparecen demasiado rápido para esperar a los servicios de emergencia. Aquí es donde la naloxona actúa como escudo inmediato, aunque sus efectos duren apenas entre 30 y 90 minutos, lo que obliga a una atención médica posterior.
Distribución comunitaria: un escudo ciudadano
En varios estados del país, colectivos y organizaciones entregan naloxona de manera gratuita. Cada semana, distribuyen decenas de dosis entre consumidores, familiares y personas en riesgo, bajo la premisa de que cualquiera puede salvar una vida. Tal como un paciente con alergias graves lleva consigo un autoinyector de epinefrina, quienes enfrentan el riesgo de una sobredosis deberían portar naloxona como una herramienta de supervivencia.
El reto: pasar de la emergencia a la política pública
Aunque la naloxona está disponible en los 50 estados de Estados Unidos sin receta, en México el acceso aún depende en gran parte de programas comunitarios y organizaciones civiles. Los especialistas señalan que la política pública debe garantizar disponibilidad masiva, capacitación y normalización de su uso. Porque detrás de cada dosis no hay solo un medicamento: hay una segunda oportunidad de vida para miles de personas atrapadas en la crisis del fentanilo adulterado.
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