La noche del martes 17 de diciembre de 2024, el municipio de San Luis de la Paz, en Guanajuato, fue escenario de un violento ataque armado que dejó tres hombres muertos y dos mujeres heridas. El incidente ocurrió en el bar conocido como “Gato Negro”, ubicado en la colonia La Purísima, cuando sujetos armados irrumpieron en el establecimiento y abrieron fuego contra las personas presentes. Los vecinos alertaron a las autoridades después de escuchar las detonaciones, pero los responsables lograron huir antes de ser detenidos.
Este ataque es solo uno más en una serie de hechos violentos que han azotado a Guanajuato en los últimos años. La entidad enfrenta una grave crisis de seguridad, en gran parte atribuida a la disputa entre diferentes cárteles de la droga que luchan por el control del territorio.
El ataque armado en el bar “Gato Negro”
El tiroteo ocurrió alrededor de las 22:00 horas del 17 de diciembre, cuando los agresores ingresaron al bar “Gato Negro” y comenzaron a disparar sin previo aviso. Según versiones preliminares, no parece haber un objetivo específico, aunque la violencia en la región está claramente relacionada con los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado.
Tras el ataque, la policía encontró 30 cartuchos percutidos en el lugar, confirmando que al menos tres personas perdieron la vida en el lugar y dos mujeres resultaron gravemente heridas. La Fiscalía General del Estado de Guanajuato identificó a dos de los fallecidos: Carlos Alberto “N” y José Alberto “N”. La identidad del tercer hombre muerto, así como la de las dos mujeres heridas, aún se desconocen.
Guanajuato y su creciente violencia
Este ataque no es un caso aislado. Guanajuato, uno de los estados más afectados por la violencia en México, ha visto un aumento constante en los homicidios dolosos en los últimos años. En los primeros días de diciembre de 2024, la noticia de la muerte del empresario vinícola Ricardo Vega, en Apaseo el Grande, conmocionó a la comunidad empresarial y turística. El asesinato reflejó el nivel de inseguridad en la región, que también ha sido escenario de ataques a bares y negocios, como el ataque en “Los Cantaritos” en noviembre, que dejó ocho muertos, incluidos paramédicos y bomberos.
Las autoridades locales, ante la creciente ola de violencia, han tenido que recurrir a medidas extraordinarias para intentar frenar los crímenes. Recientemente, el general Laureano Carrillo Rodríguez, comandante de la Fuerza de Tarea de Celaya, anunció el despliegue de 300 militares y agentes de la Guardia Nacional en la región. Sin embargo, la violencia sigue en aumento y la situación parece no tener una solución inmediata.
La disputa entre cárteles en Guanajuato
El conflicto en Guanajuato no es solo un fenómeno local, sino que está marcado por la lucha de poder entre varios cárteles de la droga. En la región operan al menos cinco grupos criminales que se han disputado el control del territorio. El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL) y el Cártel de Sinaloa son los principales actores en este conflicto, aunque las dinámicas de alianzas y rivalidades entre ellos complican la situación aún más.
La disputa por el control de las rutas de tráfico de drogas, así como la extorsión a negocios y el secuestro de personas, son solo algunas de las actividades ilícitas en las que estos grupos están involucrados. Esta guerra de cárteles ha sumido a Guanajuato en un clima de constante violencia, afectando la seguridad y calidad de vida de los habitantes.
Desafíos para la seguridad en Guanajuato
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para frenar la violencia, el panorama de inseguridad en Guanajuato sigue siendo preocupante. Los recientes ataques a bares y restaurantes, que son espacios de recreación para los habitantes, han generado alarma entre los ciudadanos, quienes ya no se sienten seguros ni en sus lugares de esparcimiento.
El despliegue de fuerzas federales y la colaboración con los gobiernos locales son pasos importantes, pero parece ser que la solución a largo plazo requerirá una estrategia integral que incluya no solo medidas de seguridad, sino también programas sociales que atiendan las causas profundas de la violencia, como la pobreza, la falta de oportunidades y la educación.


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