En pleno arranque de la temporada veraniega, el Caribe mexicano enfrenta una nueva crisis ambiental: el sargazo amenaza con regresar en volúmenes sin precedentes. Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estiman que, durante 2025, la presencia de estas macroalgas en las costas de Quintana Roo aumentará un 40% respecto a años anteriores, lo que representa un reto ambiental, económico y de salud pública.
La académica Leticia Durand Smith, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, explicó durante el Seminario “Entramados Naturaleza, Cultura y Sociedad” que el sargazo se ha convertido en un “nuevo actor” del Caribe mexicano. “Perturba la vida de las personas y de otros organismos, reta la capacidad institucional y cuestiona el futuro de la región”, afirmó.
Aunque el sargazo cumple funciones ecológicas en mar abierto, cuando arriba masivamente a las costas, su papel se transforma de manera radical. En cuestión de días, muere, se pudre y genera lo que se conoce como “marea marrón”: una masa viscosa que reduce la luz solar y el oxígeno en el agua. En Puerto Morelos, se ha documentado que, en los momentos de mayor acumulación, la materia orgánica disuelta se multiplica por 35, la luminosidad baja 30 veces y el oxígeno se reduce en un 50%, afectando directamente a arrecifes coralinos y pastos marinos.
El impacto en la fauna marina también es considerable. Las tortugas enfrentan barreras físicas para anidar y se ha reportado un alarmante aumento en casos de fibropapilomatosis, enfermedad que provoca tumores. En Akumal, el porcentaje de ejemplares afectados pasó de 1.6% en 2008 a 54% en 2018.
Además, la descomposición del alga en la playa libera gases como sulfuro de hidrógeno y amoniaco, generando malestares en la población como irritación ocular, náuseas y dolores de cabeza. También contamina los acuíferos de la península de Yucatán cuando se deposita de forma inadecuada, al filtrarse sus lixiviados por los suelos kársticos.
Desde el punto de vista económico, los efectos son cuantiosos. Limpiar un solo kilómetro de playa puede costar más de un millón de dólares al año. A esto se suma la pérdida de arena durante el retiro del sargazo, que intensifica el proceso de erosión costera.
En lo que va del año, el panorama ya es preocupante. De acuerdo con el Observatorio del Sargazo de la UNAM, en mayo de 2025 se detectaron 37.5 millones de toneladas flotando en el Atlántico, la cifra más alta registrada hasta ahora. Se estima que entre agosto y septiembre podrían llegar más de 500,000 toneladas a las costas de Quintana Roo.
Esfuerzos para mitigar el impacto
Pero no todo son malas noticias. La UNAM ha desarrollado una estrategia multidisciplinaria para monitorear y mitigar el fenómeno. Desde el Grupo Interdisciplinario para el Estudio del Sargazo (GIES), con sede en Puerto Morelos y Sisal, se emplean modelos numéricos, imágenes satelitales y ciencia ciudadana para dar seguimiento a los arribos. La plataforma SarTECH permite reportes en tiempo real desde la sociedad civil, lo que fortalece la respuesta comunitaria.
También se ha incentivado el aprovechamiento del alga. Con iniciativas como los “Sargapaneles”, se combina sargazo seco con yeso para producir materiales de construcción, generando así una nueva industria verde. Sin embargo, los expertos advierten que estos desarrollos deben estar acompañados de políticas públicas serias y sostenibles.
El crecimiento explosivo del sargazo está vinculado con el exceso de nutrientes, sobre todo nitrógeno, en las aguas del Atlántico, producto de la deforestación y el uso de fertilizantes. En las últimas décadas, su concentración se ha multiplicado por 15. Además, el alga recolecta metales pesados y microplásticos en su trayecto, lo que refleja el deterioro marino global provocado por la actividad humana y el cambio climático.
“Su presencia masiva es un mensaje claro sobre la interconexión entre nuestras prácticas y los ciclos naturales del océano”, concluyó Durand Smith.


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