La discusión sobre la protección agrícola volvió a encenderse en Washington, y lo hizo con una fuerza inusual: más de 100 legisladores, tanto demócratas como republicanos, firmaron una carta dirigida a Jamieson Greer, representante comercial de Estados Unidos, exigiendo que el sector primario no sea afectado en la revisión del T-MEC programada para 2026. Desde el inicio de este debate quedó claro que la agricultura no solo es un tema económico, sino un asunto emocional, político y cultural que atraviesa comunidades enteras.
El documento, enviado desde los pasillos del Capitolio, refleja una preocupación de fondo: el momento económico actual ha dejado a miles de productores rurales en una posición vulnerable, y cualquier cambio al tratado podría, según ellos, acelerar riesgos, tensiones y pérdidas.
La protección agrícola como prioridad estratégica en el T-MEC
Para los legisladores, el T-MEC sigue siendo un tratado con enorme potencial sin explotar, especialmente para la agricultura estadounidense. En su carta señalaron que México y Canadá representan más de un tercio de las exportaciones agrícolas del país, y que cualquier movimiento que afecte aranceles, requisitos sanitarios o regulaciones tendría repercusiones profundas en toda la cadena productiva.
La narrativa que enmarcó este llamado fue clara: la protección agrícola no puede ponerse en riesgo. A la mitad de su argumentación, los congresistas insistieron en que el acuerdo debe mantenerse firme, sin cambios apresurados que perjudiquen granjas familiares, exportadores, cultivadores o a la economía rural en su conjunto.
El mensaje fue contundente: el T-MEC funciona, fomenta el intercambio y fortalece al campo estadounidense. Lo que se necesita no es reformular el tratado, sino asegurar que los países miembros cumplan a cabalidad las reglas ya establecidas.
Los números que explican la urgencia
Estados Unidos cerró 2024 como el mayor exportador agrícola del mundo, con 176 mil millones de dólares en ventas. De ese total, una parte crucial depende directamente del T-MEC: 10.7 mil millones en envíos a México y 7.6 mil millones a Canadá desde que entró en vigor el acuerdo trilateral.
Para muchos agricultores, este crecimiento no es casualidad, sino el resultado de reglas claras, procesos armonizados, menos barreras y un sistema de comercio predecible. De ahí que el Congreso considere peligroso alterar ese equilibrio en un momento donde los desafíos económicos —inflación, costos de insumos, deuda agrícola— amenazan la continuidad de las explotaciones familiares.
Un tratado que aún no alcanza su máximo potencial
Aunque reconocen su impacto positivo, los legisladores sostienen que el tratado todavía tiene espacio para crecer. Resaltaron su relevancia en temas clave como biotecnología, propiedad intelectual, sanidad, barreras técnicas y acceso al mercado. También pidieron atender las pendientes, como los retos relacionados con el sector lácteo en Canadá.
Llamó la atención que la carta no mencionó el debate sobre el maíz transgénico con México, lo que indica que, al menos desde el Congreso, este tema no figura hoy como una preocupación central frente a la renegociación.
Productores rurales: entre la incertidumbre y la esperanza
El clima en las comunidades rurales se describe como una mezcla de preocupación e inquietud. Para quienes dependen del T-MEC, el tratado es mucho más que un acuerdo comercial: es la línea que separa la estabilidad de la incertidumbre.
Por eso, los congresistas recalcaron que “en un momento en que los desafíos económicos amenazan el sustento de las explotaciones familiares, los productores necesitan la certeza que brinda el T-MEC más que nunca”.
La frase resume la razón por la cual la próxima revisión del acuerdo genera tanta tensión en el sector.
La batalla por la protección agrícola apenas comienza
La postura del Congreso de EU anticipa negociaciones intensas en 2025 y 2026. La revisión del T-MEC no será un trámite diplomático, sino una batalla política donde cada país buscará defender lo que considera vital para su economía.
Para Estados Unidos, quedó claro que la agricultura es un pilar irrenunciable. La exigencia de mantener la protección agrícola será la bandera principal de su estrategia, y será también el punto más sensible en la mesa trilateral.
Al final, lo que está en juego no es solo un tratado, sino el futuro de miles de familias rurales que dependen de la estabilidad del comercio regional. Y mientras esa revisión se acerca, la política, la diplomacia y los campos de cultivo avanzan hacia un mismo punto de tensión: preservar la protección agrícola.
