El penny ha sido parte de la identidad económica, histórica y cultural de Estados Unidos durante más de dos siglos, pero su ciclo ha llegado oficialmente a su fin. La Casa de la Moneda en Filadelfia acuñó esta semana el último ejemplar para circulación, cumpliendo la orden del presidente Donald Trump, quien decidió eliminar la moneda tras confirmar que producir cada penny cuesta casi cuatro centavos, un gasto insostenible para el Tesoro en plena era digital. Esta decisión no solo cierra un capítulo histórico, sino que redefine la forma en que los estadounidenses entienden y utilizan el dinero físico en actividades cotidianas.
Desde 1793, el penny ha estado presente en la vida económica del país. En aquel entonces, un centavo alcanzaba para una vela, una galleta o un caramelo, bienes esenciales para el día a día. Hoy, millones de estas monedas terminan olvidadas en frascos, cajones o automóviles, convertidas en curiosidades o amuletos que ya no cumplen una función financiera real. Con el paso del tiempo, la moneda perdió utilidad en una economía donde los pagos digitales, los precios redondeados y las transacciones electrónicas son la norma.
La decisión presidencial generó opiniones divididas. Algunos reconocen que el penny había perdido relevancia práctica y representaba un gasto innecesario para el país. Otros, en cambio, lo consideran un símbolo con valor sentimental que forma parte de la memoria colectiva. Para ciertos sectores comerciales, la desaparición del centavo fue demasiado repentina y sin una estrategia clara de transición.
El final del penny y la estrategia para operar sin la moneda
El proceso de eliminación del penny tomó por sorpresa a miles de minoristas. Sin una guía oficial precisa, muchos debieron improvisar métodos para ajustar sus operaciones. Algunos comercios optaron por redondear precios hacia abajo para evitar conflictos en el cambio. Otros solicitaron a sus clientes llevar cantidades exactas para facilitar las transacciones. En ciertos establecimientos surgieron iniciativas creativas: bebidas gratis, descuentos pequeños o promociones a cambio de entregar montones de pennies olvidados en casa.
La relación emocional con el penny también salió a flote. Para muchos, encontrar un centavo era símbolo de buena suerte. Para otros, era parte de colecciones personales o recuerdos familiares. Pero incluso con ese componente nostálgico, el argumento económico pesó más.
Trump había señalado meses antes que fabricar una moneda que cuesta más del doble de su valor “es un desperdicio que el país ya no puede justificar”. El análisis financiero resultó determinante en una economía que busca reducir gastos innecesarios.
En la vida diaria, la eliminación del penny obliga a que más pagos se redondeen, lo cual acelera una tendencia que ya venía creciendo por los sistemas de pago electrónico. Muchos expertos reconocen que el retiro del centavo no afectará de manera significativa la economía general, pero sí representa un paso firme hacia la digitalización total del dinero físico en Estados Unidos.
El valor y costo de producción de otras monedas en Estados Unidos
La desaparición del penny abrió nuevamente el debate sobre el costo real de mantener monedas tradicionales en circulación. Si bien el centavo fue eliminado por su baja eficiencia económica, otras denominaciones tampoco están libres de cuestionamientos. El “nickel”, equivalente a cinco centavos, cuesta casi 14 centavos producir, lo que lo convierte en una moneda aún más costosa en proporción que el penny. A pesar de esto, su uso en transacciones sigue siendo más frecuente, por lo que su permanencia no está en riesgo inmediato.
El “dime”, la moneda de diez centavos, es de las más eficientes, pues su producción cuesta menos de seis centavos. El “quarter”, o veinticinco centavos, se fabrica por alrededor de 15 centavos y aún cumple funciones esenciales en máquinas expendedoras, estacionamientos y sistemas de transporte. Para el Tesoro, estas tres monedas continúan justificando su fabricación, aunque el debate sobre modernizar el sistema monetario se mantiene activo.
Se estima que la eliminación del penny permitirá ahorrar alrededor de 56 millones de dólares al año, una cifra significativa para el presupuesto del Departamento del Tesoro en materia de producción de monedas. Aunque este ahorro no transforma por completo la economía del país, sí representa un avance hacia la eficiencia presupuestaria y una señal clara de que el gobierno busca reducir gastos innecesarios en la acuñación.
La Casa de la Moneda en Filadelfia, responsable de producir millones de pennies anualmente, ahora deberá adaptar su producción. El fin de esta moneda implica un reajuste estructural en la acuñación nacional, pero también libera recursos para fabricar monedas más útiles o fortalecer la infraestructura digital que acompaña a los nuevos métodos de pago.
La desaparición del penny también generó un efecto inmediato en los bancos. Durante las últimas semanas previas al anuncio, varias entidades comenzaron a racionar las existencias del centavo ante la creciente demanda de comercios que aún los necesitaban para dar cambio. Fue un fenómeno contradictorio: una moneda considerada obsoleta, pero súbitamente escasa debido a su inminente desaparición.
El impacto cultural tampoco es menor. Durante décadas, el penny fue protagonista en refranes populares, colecciones escolares, máquinas de souvenir en museos y parques temáticos, e incluso en campañas solidarias que pedían “pennies para una causa”. Su ausencia obligará a rediseñar dinámicas sociales, comerciales y recreativas que se apoyaban en esta pequeña moneda.
A pesar de que el penny ya no circulará más, no desaparecerá por completo del imaginario estadounidense. Muchos seguirán guardándolos como recuerdo, y otros continuarán coleccionándolos por su valor histórico. Con más de 230 años de existencia, esta moneda representó el paso del país desde una economía agrícola hasta una potencia digital, acompañando cambios sociales, económicos y tecnológicos.
Mientras Estados Unidos avanza hacia una digitalización plena, es posible que más monedas enfrenten evaluaciones similares. Por ahora, el penny se convierte en la primera pieza del sistema monetario moderno en cerrar oficialmente su ciclo. Su eliminación es un recordatorio de que incluso los símbolos históricos deben adaptarse a los tiempos, y que el valor real de una moneda no siempre coincide con su peso cultural.


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