La mañana helada en Anchorage, Alaska, se rompió con un rugido atronador. Un bombardero B-2 Spirit y cuatro cazas F-35 sobrevolaron el cielo, dibujando un prólogo cargado de simbolismo para una cumbre sin precedentes entre Donald Trump y Vladimir Putin.
El escenario: la base aérea Elmendorf-Richardson, punto clave en la defensa estadounidense desde la Guerra Fría y a pocos kilómetros de la frontera marítima con Rusia. El momento: el primer encuentro en territorio estadounidense para discutir el fin de la guerra en Ucrania.
Un saludo bajo la sombra de la historia
Trump descendió del Air Force One con paso decidido. Putin, llegado en un avión oficial ruso, avanzó sobre una alfombra roja hasta un estrado con la leyenda «Alaska 2025». Entre militares formados y cámaras expectantes, se dieron dos apretones de manos.
El sobrevuelo del B-2 Spirit, aeronave capaz de transportar armas nucleares y clave en recientes operaciones contra Irán, y de los F-35, joya tecnológica de la aviación de combate, reforzó el mensaje: Estados Unidos no sólo dialoga, también muestra fuerza.
La mesa de negociaciones y las piezas clave
Aunque la cita iba a ser privada, la Casa Blanca anunció que cada delegación incluiría a tres participantes. Por parte de EE.UU.: Trump, el secretario de Estado Marco Rubio y el enviado especial Steve Witkoff. Por Rusia: Putin y sus principales diplomáticos.
Según fuentes de The New York Times, Trump buscará un acuerdo de paz que contemple garantías de seguridad para Ucrania fuera del marco de la OTAN, pero con apoyo de países europeos. La inclusión futura de Volodimir Zelensky en un diálogo tripartito dependerá del avance de las conversaciones.
Ucrania, la gran ausente… y el gran tema
Desde Kiev, la reacción fue de cautela. La diplomacia ucraniana insiste en que “nada sobre Ucrania sin Ucrania” y teme que un pacto bilateral pueda legitimar la ocupación rusa.
Putin, por su parte, exige la cesión de territorios y el fin del suministro de armas occidentales, condiciones que Ucrania y sus aliados han rechazado.
Alaska: escenario y mensaje geopolítico
La elección de Elmendorf-Richardson no fue casual. Esta base sigue siendo vital para la detección de incursiones aéreas rusas en el Ártico. El lugar habla de defensa, vigilancia y de una rivalidad que nunca se ha apagado.
Bajo estrictas medidas de seguridad y lejos de protestas, los presidentes deliberan con asesores militares clave, incluido el comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, Alexus Grynkewich.
La historia está en marcha, y el ruido de los motores del B-2 y los F-35 seguirá resonando como metáfora del equilibrio entre diálogo y poder militar.
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