Una promesa rota: We Live in Time
Desde su tráiler, We Live in Time se presentó como “la película romántica del año”, una apuesta que aseguraba lágrimas y un relato desgarrador sobre amor y enfermedad. Sin embargo, lo que prometía ser un viaje emocional profundo, resultó ser una cinta plagada de clichés, conflictos vacíos y un subtexto que deja más dudas que satisfacciones.
Protagonizada por Florence Pugh y Andrew Garfield, la película narra la relación entre Almond y Tobias, marcada por altibajos, reproches y la sombra de una enfermedad terminal. A pesar de su elenco estelar, el guion falla al entregar un mensaje coherente y termina perpetuando narrativas agotadas sobre sacrificio y roles de género.
Almond: una mujer compleja atrapada en clichés
Florence Pugh brilla como Almond, un personaje tridimensional que comienza como una chef apasionada y exitosa, dueña de su destino. Sin embargo, su evolución se ve truncada por las decisiones de un guion que la reduce a los sacrificios impuestos por su relación con Tobias.
Los dilemas de Almond:
- Enfrenta la presión de elegir entre su carrera y la familia que Tobias anhela.
- Decide abandonar la quimioterapia para “aprovechar el tiempo” con su familia, una decisión claramente influenciada por su pareja.
A pesar de ser la figura central de la trama, Almond termina cediendo constantemente, mientras Tobias permanece inmóvil, incapaz de crecer o sacrificar nada en la relación.
Tobias: el peso muerto de la historia
Andrew Garfield interpreta a Tobias, un personaje sin aspiraciones ni profundidad. Su única función parece ser la de obstaculizar la vida de Almond, exigiéndole continuamente que renuncie a sus sueños para cumplir sus expectativas.
Los conflictos generados por Tobias:
- Reproches constantes: Desde la maternidad hasta las decisiones profesionales de Almond, Tobias nunca deja de cuestionarla.
- Escenas impertinentes: Desde interrumpir un baby shower hasta convertir cada discusión en un espectáculo, Tobias nunca aporta soluciones, solo problemas.
Es frustrante ver cómo el guion intenta justificar estas acciones como muestras de amor, cuando en realidad refuerzan dinámicas tóxicas.
Un subtexto cuestionable
Aunque la premisa de We Live in Time se centra en el amor y la enfermedad, su mensaje real parece girar en torno a la idea de que la estabilidad emocional solo es posible dentro de una estructura familiar tradicional.
Problemas narrativos:
- El lema “Cada minuto cuenta” pierde fuerza cuando la relación de los protagonistas está plagada de conflictos.
- Almond abandona sus metas profesionales para satisfacer las expectativas de Tobias, perpetuando la idea de que el sacrificio recae únicamente en las mujeres.
Falencias técnicas que agravan el problema
Además de las fallas narrativas, la película se ve afectada por decisiones técnicas cuestionables:
- Flashbacks confusos: Sin un manejo claro de la paleta de colores o transiciones fluidas, los cortes entre pasado y presente dificultan la conexión emocional.
- Falta de riesgo visual: Una puesta en escena genérica que desaprovecha el talento de su elenco.
¿Amor o propaganda?
En lugar de ofrecer una narrativa conmovedora, We Live in Time termina siendo una propaganda disfrazada de historia de amor, donde las decisiones de Almond solo refuerzan una estructura patriarcal.
La película plantea una pregunta esencial: ¿por qué el sacrificio y la renuncia siguen siendo retratados como actos de amor en las mujeres, mientras los hombres permanecen inmutables?
We Live in Time tuvo el potencial de ser una historia poderosa sobre amor y resiliencia, pero sus fallas narrativas y personajes desequilibrados solo lograron desconectar al público. En lugar de conmover, la película dejó una sensación de desencanto, como un recordatorio de que las historias románticas necesitan evolucionar para reflejar relaciones más equitativas y reales.
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