Sergio Andrade ha vuelto con nueva música, desatando una tormenta de reacciones. Analizamos su mensaje, la polémica y el debate sobre la cultura de la cancelación.
Tras años de silencio, el productor Sergio Andrade reapareció con una nueva canción y un mensaje de retorno «artístico». Su presencia reaviva el debate sobre la cancelación, la memoria de las víctimas y la posibilidad de redención para una de las figuras más oscuras del espectáculo mexicano.
«He vuelto». Con esta frase, cargada de un simbolismo que oscila entre lo mesiánico y lo desafiante, Sergio Andrade rompió un silencio de años. El 20 de junio de 2025, el exproductor musical, cuya figura está indisolublemente ligada a uno de los escándalos de abuso y corrupción de menores más notorios de México, publicó en su canal de YouTube una nueva canción titulada «Anda pintándose más», acompañada de un mensaje que ha sacudido a la opinión pública.
La reaparición no fue sutil. Andrade, visiblemente emocionado, habló de un retorno espiritual y artístico, agradeciendo a Dios por una «nueva oportunidad de expresar sentimientos y emociones». Sin embargo, su mensaje poético, que evitó cualquier mención a su pasado judicial o a las víctimas del llamado «Clan Trevi-Andrade», fue interpretado por muchos como un intento de blanquear su imagen y evadir la responsabilidad histórica.
El Manifiesto del Retorno: Arte vs. Pasado
En su video, Andrade se presenta como un artista renacido, cuya única intención es comunicarse a través de la música, «lo más noble que hay para alimentar el espíritu». Esta narrativa de redención artística choca frontalmente con la memoria colectiva y el testimonio de sus víctimas.
El momento de su regreso es particularmente tenso. Ocurre poco después de que su hija, Valentina de la Cuesta, anunciara que abandonaba México por motivos de seguridad y amenazas, presuntamente ligadas a la historia de su familia. Además, coincide con la reciente demanda que Gloria Trevi interpuso en su contra en Estados Unidos y las francas declaraciones de la cantante sobre la naturaleza de su relación con él, negando que alguna vez fueran pareja.
Las reacciones en redes sociales fueron inmediatas y polarizadas:
* Rechazo mayoritario: Una ola de indignación dominó la conversación. Usuarios, activistas y figuras del espectáculo cuestionaron que una persona con su historial pudiera tener una plataforma pública, exigiendo justicia para las víctimas y calificando su regreso como un acto de impunidad.
* Apoyo minoritario: Un pequeño grupo de seguidores históricos celebró su talento como compositor, intentando separar al artista de sus actos pasados.
«Si no he denunciado públicamente las agresiones tan inhumanas que estamos viviendo… es porque no sé a dónde puedan ser capaces de llegar. Nos han quitado todo ya. ¿Falta la vida? No lo sé. Por eso no he declarado nada, ni lo haré, porque me muero de miedo». – Valentina de la Cuesta, hija de Sergio Andrade, en un mensaje en Instagram.
Un Caso de Estudio sobre la Cultura de la Cancelación
El regreso de Sergio Andrade plantea preguntas incómodas y necesarias sobre la cultura de la cancelación en la era digital.
* ¿Existe el derecho al olvido? Andrade cumplió una condena en prisión y, legalmente, no enfrenta cargos vigentes en México. Su regreso pone a prueba los límites entre la reinserción social y la condena pública perpetua.
* ¿Se puede separar la obra del autor? Este es un debate clásico en el arte. ¿Es posible apreciar el talento musical de Andrade sin que su biografía contamine la percepción de su obra? Para la mayoría del público, la respuesta parece ser un rotundo no.
* El poder de la memoria colectiva: A diferencia de otras épocas, la memoria digital es permanente. Los testimonios de las víctimas, como los de Karina Yapor o Karla de la Cuesta, están a un clic de distancia, haciendo imposible que Andrade controle la narrativa de su «renacimiento».
El caso de Andrade es complejo. No se trata de un error o una declaración desafortunada, sino de delitos graves que involucraron la manipulación y el abuso sistemático de jóvenes. Su intento de regreso, enmarcado en un lenguaje artístico y espiritual, es visto por muchos no como un acto de redención, sino como la máxima expresión de un narcisismo que se niega a reconocer el daño causado.
Mientras Andrade declara «he vuelto», la sociedad le responde con un recordatorio contundente: «no hemos olvidado». El debate que su figura genera es un reflejo de una sociedad que, afortunadamente, ya no está dispuesta a permitir que el talento sirva como escudo para la impunidad.


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