Una despedida con voz propia
En 2023, Sharon Osbourne lo dijo sin miedo: “Ozzy y yo hemos hecho un pacto. Si nuestra salud física o mental se degrada, tomaremos la decisión juntos.” Fue una confesión que cimbró a muchos, pero no fue improvisada. La muerte asistida era, desde hace años, un tema recurrente entre el legendario músico británico Ozzy Osbourne y su esposa Sharon. Y hoy, con la partida de Ozzy a los 76 años, ese pacto adquiere una dimensión más íntima, dolorosa y profundamente humana.
Una historia marcada por la música… y por decisiones difíciles
Ozzy Osbourne no solo fue el “Príncipe de las Tinieblas”, fundador de Black Sabbath y referente del metal; también fue un hombre que miró de frente a la enfermedad. Diagnosticado con Parkinson, enfrentó durante años un deterioro físico progresivo que fue documentado por él y su familia sin filtros ni eufemismos. Desde su participación en reality shows hasta entrevistas directas, Ozzy dejó claro que no quería morir postrado, sin dignidad, sin autonomía.
En 2007, Sharon presentó sus memorias “Survivor: My Story – The Next Chapter”, donde por primera vez habló de los planes de ambos de recurrir al suicidio asistido en Suiza, donde la práctica es legal. Años después, reafirmaron ese compromiso públicamente, tanto en entrevistas como en su propio espacio familiar: The Osbournes Podcast.
El pacto de vida que se convirtió en pacto de muerte
“Si tenemos sufrimiento físico y mental, hasta luego”, dijo Sharon, sin dramatismo pero con firmeza. Ozzy, por su parte, fue igual de claro: “Si no puedo ir al baño solo, si tengo tubos conectados, prefiero que me apaguen la máquina.”
El dolor que presenció en su propio padre, Don Arden, diagnosticado con Alzheimer, marcó profundamente a Sharon. Y Ozzy, con el humor negro que lo caracterizaba, incluso bromeaba sobre su deterioro físico: “¿Qué cambia si ya estoy orinando por todos lados y no me puedo limpiar?”, dijo entre risas en un episodio del podcast familiar.
Parkinson, eutanasia y dignidad: temas que duelen, pero importan
Ozzy vivió durante años con la enfermedad de Parkinson, lo cual incrementó la conversación pública sobre el suicidio asistido, la dignidad en la muerte y los límites del sufrimiento físico. Aunque no se ha confirmado si su muerte está relacionada directamente con esta enfermedad ni si fue por suicidio asistido, el contexto deja una reflexión abierta sobre lo que significa morir con dignidad.
El testamento de Ozzy ya estaba redactado. En palabras suyas: “Todo irá a Sharon, y después a nuestros hijos.” Más allá del legado musical, dejó también una postura de vida (y de muerte) que desafía tabúes culturales y plantea preguntas necesarias.
Entre el amor, el dolor y el humor negro
Lo impactante del caso Osbourne no es solo la muerte del músico, sino la forma en que él y su familia afrontaron el proceso con apertura emocional, humor ácido y valentía. En tiempos donde aún se estigmatiza la eutanasia, su historia resuena como un acto de amor radical: el derecho a decidir hasta el último suspiro.
Sus hijos, Kelly y Jack, compartieron entre carcajadas y lágrimas cómo reaccionaron al enterarse del pacto de sus padres. “¿Qué mier** es esto?”, recordó Kelly que pensó. Pero incluso entonces, comprendieron que, detrás del plan, había una voluntad profunda de protegerse mutuamente del dolor innecesario.
Una muerte pensada, no temida
La muerte de Ozzy Osbourne abre una conversación urgente: ¿tenemos derecho a decidir sobre nuestra forma de morir? Él y Sharon pensaban que sí. Y aunque su partida deja un enorme vacío en la música, también deja una herencia ética y emocional que invita a mirar la vejez, la enfermedad y la muerte desde otro lugar: no desde el miedo, sino desde la conciencia y la voluntad.


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