En el oscuro cruce de caminos entre la fama y el crimen organizado, hay un nombre que infunde terror en el mundo del espectáculo: Anabel Hernández. Su más reciente objetivo, Galilea Montijo, está en el centro de una guerra de declaraciones que amenaza con derrumbar imperios.
Hay escándalos que se desvanecen con el ciclo de noticias de 24 horas, y luego están las acusaciones de Anabel Hernández. La periodista de investigación se ha convertido en la némesis de una parte de la farándula mexicana, desenterrando presuntos vínculos entre celebridades y el narcotráfico con una tenacidad que hiela la sangre. Sus libros, como Emma y las otras señoras del narco, no son simples chismes; son expedientes que han desatado una guerra abierta, una batalla campal por la narrativa donde la verdad parece ser la primera víctima.
En el epicentro de esta tormenta se encuentra Galilea Montijo. La popular conductora de Televisa, junto a otras figuras como Ninel Conde y Patricia Navidad, se ha visto envuelta en una red de señalamientos que van más allá de la difamación para adentrarse en un terreno mucho más peligroso. Esto no es una pelea de egos; es una lucha por la supervivencia reputacional, y quizás, por algo más.
La Acusación Central: ¿Qué Dice Exactamente Hernández sobre Galilea?
Las acusaciones de Anabel Hernández contra Galilea Montijo son directas y demoledoras. Basándose en testimonios de supuestos informantes y figuras cercanas a los cárteles, como una mujer identificada como «Celeste», Hernández alega que Montijo mantuvo una relación íntima y sostenida con el fallecido capo Arturo Beltrán Leyva.
Pero las afirmaciones van más allá de un simple romance. La investigación de Hernández sugiere un vínculo financiero profundo. En audios filtrados y presentados por la periodista, la fuente asegura que Montijo recibía una «nómina» mensual de $200,000 dólares del líder del cártel. La relación, según estas fuentes, era tan seria que dentro de la organización criminal se le consideraba una «compañera sentimental de planta», casi una «segunda esposa». Estas no son insinuaciones; son acusaciones de una complicidad profunda que, de ser ciertas, redefinirían por completo la imagen pública de la conductora.
La Defensa de Galilea: De las Lágrimas al «Ya me da Risa»
La respuesta de Galilea Montijo a esta crisis ha sido un estudio de caso en evolución de manejo de relaciones públicas. Su primera reacción, cuando los señalamientos surgieron, fue emocional y defensiva. En un video, con lágrimas en los ojos, negó rotundamente las acusaciones, apelando a sus 30 años de carrera y, crucialmente, al impacto que esto tendría en su hijo. En ese momento, amenazó con emprender acciones legales.
Sin embargo, a medida que Hernández ha persistido, la estrategia de Montijo ha mutado. Su postura actual es de un desdén calculado. «Te juro que ya me da risa, me encantaría que inventaran otro chisme nuevo», declaró recientemente, calificando el trabajo de la periodista como simples «chismes». Este cambio de tono es significativo. Representa un pivote de la victimización a la indiferencia desafiante, una táctica para restarle importancia y credibilidad a las acusaciones, negándose a «entrar en el juego». Es una jugada arriesgada: para sus seguidores, puede parecer fortaleza; para sus detractores, arrogancia.
La Guerra de Narrativas: El Caso de Ninel Conde y Paty Navidad
Galilea no está sola en esta trinchera. La ofensiva de Hernández ha sido amplia, y las estrategias de defensa de las otras implicadas revelan un fascinante choque de tácticas.
Ninel Conde, acusada de actuar como presunta intermediaria en la triangulación de fondos y lavado de dinero, ha optado por una defensa más legalista y evasiva. En lugar de enfrentar a Hernández directamente, su equipo legal demandó a la editorial del libro, una maniobra que busca atacar la plataforma sin confrontar a la autora, cuyo paradero, según sus abogados, es difícil de determinar. En público, «El Bombón Asesino» se refugia en su fe y en sus abogados, evitando profundizar en el tema y repitiendo que confía en la justicia y en Dios.
Patricia Navidad, por su parte, ha elegido la confrontación directa. Acusada de participar en fiestas privadas de capos por sumas exorbitantes, Navidad ha admitido, con matices, una parte de la historia: aceptó cantar en un evento bajo engaños, pero niega vehementemente cualquier acto de prostitución. Su estrategia ha sido la de retar públicamente a Hernández a un debate cara a cara, exigiendo pruebas y acusándola de escribir de manera «tramposa y mañosa» para protegerse legalmente. Al mismo tiempo, ha declarado que no la demandará, pues sus abogados le han advertido que un juicio no procedería debido a la redacción cuidadosa del libro.


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