¿Dónde termina la admiración de un fan y comienza una relación peligrosa? El explosivo y turbio caso de Alejandro Sanz y la joven catalana Ivet Playà es una cruda lección sobre los límites de la fama, el acceso y la justicia en la era de TikTok. Por un lado, una fan que asegura haber vivido una «pesadilla» de manipulación durante una década. Por el otro, una superestrella mundial que clama ser víctima de un intento de extorsión. Desentrañamos este nudo de acusaciones para entender qué hay realmente en juego.
La acusación: «Me sentí engañada, utilizada y humillada»
La bomba estalló en redes sociales. Ivet Playà, una creativa digital de 26 años, afirmó haber mantenido una relación con Sanz durante más de una década, iniciada cuando ella tenía 18 años y él 49. En una serie de videos y declaraciones, describió la relación como un proceso de “manipulación emocional” y aseguró que las acciones del cantante “traspasaron cualquier límite moral”.
El clímax de su ofensiva mediática llegó durante una entrevista pagada en el programa de televisión español ¡De Viernes!. En un momento de máxima tensión, Playà calificó a Sanz de “depredador sexual”. La reacción de los presentadores fue instantánea y brutal: la cortaron en seco y la expulsaron del plató, argumentando que acusaciones de esa gravedad pertenecen a un juzgado, no a un show de televisión. Su intento de ganar en el tribunal de la opinión pública se estrelló contra los límites del periodismo televisivo.
La contra-narrativa: «Me ofreciste un negocio y te dije que no»
La respuesta del equipo de Alejandro Sanz fue rápida y contundente, construyendo una contra-narrativa diametralmente opuesta. A través de comunicados y filtraciones estratégicas, reconocieron la existencia de una relación, pero insistieron en que fue siempre entre dos adultos y consensuada.
Según su versión, el conflicto no es emocional, sino financiero. Alegan que la disputa comenzó cuando Sanz, aconsejado por su equipo, rechazó una propuesta de Playà para invertir en negocios de su familia. Afirman que, tras la negativa, ella amenazó con difundir “fotografías y audios de contenido sexual” si no accedían a «negociar», un acto que ellos interpretan como un claro intento de extorsión.
Los comunicados de Sanz han sido una mezcla calculada de decepción personal y firmeza. “Ivet, yo tenía un recuerdo muy bonito de nosotros dos… Qué pena que este sentimiento se haya roto ahora”, escribió, para luego sentenciar: “No soy perfecto, tengo muchos defectos, pero uno de ellos no es ser un miserable”.
La guerra de PR: Tribunales vs. TikTok
Este caso es un ejemplo perfecto de una guerra de relaciones públicas moderna, librada en dos frentes simultáneos: el legal y el mediático. Playà utilizó las plataformas con menor filtro, como TikTok y una entrevista pagada, para lanzar su versión cargada de emoción. Sanz, por su parte, ha desplegado una estrategia de poder clásica:
* Desacreditar al acusador: Pintándola como una socia de negocios despechada, no como una víctima, para minar su credibilidad.
* Amenaza legal: La posibilidad de una demanda millonaria por difamación y calumnias pende sobre Playà, una táctica de intimidación diseñada para silenciar a un oponente con menos recursos económicos y legales.
La estrategia de Playà se tambaleó en televisión. Su incapacidad para articular actos ilegales específicos y su uso de un lenguaje vago como «comportamientos inmorales» la hicieron parecer poco creíble ante los periodistas, culminando en su expulsión. Mientras tanto, Sanz se refugia en su estatus de ícono, apoyado por su actual pareja, la actriz Candela Márquez, y un ejército de fans leales, capeando la tormenta desde una posición de poder.
Este escándalo es una advertencia. En un mundo donde cualquier persona puede lanzar una acusación viral, la batalla por la verdad se vuelve más compleja y encarnizada que nunca. Y en la guerra entre un fan y una superestrella, el poder, el dinero y el acceso a los mejores abogados suelen inclinar la balanza.


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