Un retrato crudo de la infancia en Tierra Caliente
«Sujo», la obra más reciente de Astrid Rondero y Fernanda Valadez, pone el foco en una realidad que sacude a México desde sus cimientos: la violencia desbordada del narcotráfico y su impacto en las comunidades más vulnerables. Esta película, seleccionada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para competir en los premios Oscar y Goya, no solo es un relato cinematográfico, sino un espejo de la brutalidad que domina vastas regiones del país.
La trama sigue la vida de Sujo, un niño de cuatro años que, sin comprenderlo del todo, se convierte en el objetivo de la misma violencia que ya alcanzó a su padre, un sicario marcado para morir. La inocencia de Sujo, representada en sus juegos con un luchador de plástico, contrasta de manera desgarradora con la brutalidad que lo rodea.
La violencia: un paisaje omnipresente
El escenario de Sujo es un México rural tan bello como aterrador. La vida cotidiana transcurre entre el cacareo de gallos y el sonido de machetes cortando leña, pero la violencia criminal irrumpe como una sombra omnipresente que lo domina todo.
La tía de Sujo y su amiga intentan protegerlo al huir a una choza apartada, pero el espectro del narcotráfico alcanza incluso los rincones más remotos. En cada rincón del pueblo, desde las imágenes de la Virgen de Guadalupe hasta las oraciones al Santo Malverde, la fe busca ofrecer consuelo, pero en un mundo sin ley ni justicia, la protección divina nunca llega.
La pregunta de Sujo: ¿Es posible cambiar?
Conforme crece, Sujo enfrenta dilemas que reflejan las luchas internas de miles de jóvenes atrapados en contextos de violencia. En una escena emblemática, pregunta: «¿Tú crees que la gente puede cambiar su vida?» La respuesta que busca lo lleva a huir de Michoacán para trabajar como cargador en la Central de Abastos de la Ciudad de México, donde se abre una pequeña ventana de esperanza: Sujo encuentra refugio en la educación.
En Ciudad Universitaria, gracias a la maestra Susana, interpretada por Sandra Lorenzano, Sujo descubre el poder transformador de los libros. Pero su vínculo con el pasado criminal y la promesa de dinero fácil amenazan con arrebatarle ese nuevo horizonte.
El paralelismo con el México actual
El contexto de Sujo no es exclusivo de Tierra Caliente ni de Michoacán; es la historia que podría encontrarse en Fresnillo, Jiutepec, San Fernando o Petatlán. La película retrata un México donde la ausencia del Estado crea un terreno fértil para el crimen organizado y donde miles de jóvenes crecen sin acceso a educación, empleo ni futuro.
El guion de Astrid Rondero y Fernanda Valadez no solo expone esta dura realidad; también reflexiona sobre el papel de la educación como única vía de escape. Sin embargo, como muestra el viaje de Sujo, esta opción requiere de un esfuerzo titánico que no todos pueden emprender.
Directoras comprometidas con la denuncia social
Astrid Rondero y Fernanda Valadez no son ajenas a los temas de violencia en México. Su trayectoria incluye obras como la serie documental El Portal: la historia oculta de zona divas, que denuncia la trata de personas y la complicidad de las autoridades. En Sujo, las directoras profundizan en las raíces de un problema estructural, mostrando con crudeza cómo las comunidades, abandonadas por el Estado, se autoexterminan en un ciclo de pobreza y violencia sin fin.
Un mensaje universal con un toque personal
«¿Cómo es tu tierra?», pregunta Sujo a Susana. Ella, una sobreviviente de la dictadura argentina, responde: «Es un lugar hermoso y lleno de muertos». Esta frase encapsula la esencia de Sujo: un México lleno de belleza natural pero asfixiado por la tragedia humana.
El filme no solo es un grito de denuncia contra la violencia, sino una reflexión sobre la resiliencia y la capacidad de los individuos para buscar un cambio, incluso en circunstancias imposibles.
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