Sean Baker lo ha hecho de nuevo. Con Anora (2024), el aclamado director estadounidense nos entrega una película tan audaz como hilarante, un relato coral que transita entre el amor, el caos y los sueños rotos de quienes viven al margen del sueño americano.
En esta cinta, protagonizada por una deslumbrante Mikey Madison, Baker nos sumerge en un mundo de glitter, neón y desencanto, donde una joven bailarina exótica y un hijo de oligarcas rusos se enfrentan a los peligros de la lealtad y el poder.
La trama: Amor en el abismo
Ani y Vanya: Una pareja improbable
Ani, una joven bailarina exótica en Manhattan, sueña con algo más allá de los focos y la música ensordecedora de su club. Su vida da un giro inesperado cuando conoce a Iván (o “Vanya”), un hijo de oligarcas rusos que se enamora de ella durante una de sus maratónicas borracheras.
El primer tercio de la película es una especie de Pretty Woman en crudo: el encanto ingenuo de Ani y Vanya nos envuelve en una historia que, aunque parece condenada al desastre, también nos recuerda la dulzura del amor improbable.
El quiebre: De la fantasía al caos
Todo cambia cuando los mafiosos que trabajan para los padres de Vanya deciden intervenir. En una secuencia llena de tensión y energía, Ani se enfrenta literalmente con puños y dientes para proteger a su esposo. Aquí es donde la película abandona la comedia romántica y abraza el caos controlado que caracteriza el cine de Baker.
*El mundo de “Anora”: Lujo, decadencia y crudeza
Sean Baker ha perfeccionado su habilidad para mostrar los márgenes de la sociedad con autenticidad y rigor. En Anora, todo sucede en locaciones reales:
- El club nocturno: Con su grano cinematográfico reventado y colores saturados, nos transporta a un Manhattan oscuro y vibrante.
- Los restaurantes y hoteles de lujo: Una sátira del exceso y el vacío de la opulencia.
- Las calles de Las Vegas: Un paisaje tan artificial como los sueños que vende.
Cada detalle visual, desde el glitter hasta las luces de neón, refuerza la sensación de que estamos viendo un mundo que parece hermoso desde lejos, pero que se desmorona al mirar más de cerca.
La actuación de Mikey Madison: Un prodigio en pantalla
La actuación de Mikey Madison como Ani es el corazón de la película. Madison logra equilibrar dulzura, aspereza y dignidad en un personaje que recuerda tanto a la Julia Roberts de Pretty Woman como a la Giulietta Masina de Le notti di Cabiria.
Su transformación de una joven soñadora a una mujer dispuesta a luchar por su lugar en el mundo es conmovedora y virtuosa.
El estilo de Sean Baker: Control en el caos
Baker, descrito por el crítico David Jenkins como un «Cassavetes punk», demuestra su maestría en el manejo de las dinámicas narrativas. Desde los diálogos que se enciman hasta los giros inesperados, Anora es un ejemplo de cómo el caos puede convertirse en arte bajo el control invisible de un gran director.
Los secundarios, como el hilarante Toros (Karren Karagulian), aportan capas adicionales de humor y profundidad, convirtiendo a la cinta en una experiencia coral inolvidable.
Un final inesperado: Silencio después del ruido
Si durante gran parte de la película Baker nos hace reír y vibrar con la energía de Ani, el desenlace nos lleva a un lugar completamente diferente: el silencio. El final de Anora es un recordatorio de que, incluso en medio del caos, el amor puede encontrar formas inesperadas de florecer.
Conclusión: Una fábula moderna y punk
Anora es mucho más que una historia de amor. Es una fábula moderna sobre el dinero, el poder, las clases sociales y, sobre todo, la búsqueda de dignidad en un mundo que parece empeñado en destruirla.
Sean Baker nos regala una obra que nos hará reír, llorar y reflexionar sobre las formas en que el amor y la resistencia pueden surgir en los lugares más inesperados.
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