El dilema energético de la inteligencia artificial
El crecimiento exponencial de la inteligencia artificial ha desatado una paradoja ambiental. Por un lado, sus centros de datos consumen enormes cantidades de electricidad y agua; por otro, ofrece herramientas para revertir su propio daño ecológico. Según la Agencia Internacional de Energía, en 2024 los servidores que alimentan los modelos de IA representaron el 1.5% del consumo global de electricidad, una cifra que podría duplicarse hacia 2030 si no se implementan medidas sostenibles.
La preocupación se centra en que gran parte de esta energía aún proviene de combustibles fósiles, lo que aumenta la emisión de gases de efecto invernadero y agrava el cambio climático. Sin embargo, expertos en sostenibilidad creen que la IA puede convertirse en parte de la solución, al analizar y optimizar el uso de energía en tiempo real.
Optimismo científico frente al impacto ambiental
“Soy bastante optimista”, declaró Alexis Abramson, decana de la Escuela de Clima de la Universidad de Columbia. “Aunque el uso de la IA seguirá creciendo, veremos que la capacidad de procesamiento será más eficiente y el consumo de energía no aumentará tanto como algunos temen”.
Esta visión positiva se refuerza con casos concretos en los que la IA ya demuestra su potencial ecológico. Desde edificios inteligentes hasta redes de transporte más limpias, la tecnología comienza a generar ahorros de energía significativos y a reducir la contaminación urbana.
Edificios inteligentes: la revolución silenciosa
Bob French, de la empresa 75F, afirma que la automatización basada en IA permite controlar la iluminación, ventilación y climatización de edificios de manera más precisa que cualquier humano. El sistema analiza datos meteorológicos y de consumo eléctrico para ajustar los niveles de energía sin desperdicio.
En Estados Unidos, los edificios y hogares son responsables de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero. Implementar termostatos y sistemas automatizados puede reducir el gasto energético entre un 10% y un 30%. “Es un fruto fácil de alcanzar”, asegura Zoltan Nagy, investigador en la Universidad Tecnológica de Eindhoven.
Además, la IA puede anticipar fallas en equipos de calefacción o ventilación antes de que se conviertan en costosas reparaciones. De esta forma, mejora la eficiencia y extiende la vida útil de los sistemas.
Cargar vehículos y dispositivos de forma más limpia
La IA también está transformando la manera en que los dispositivos eléctricos consumen energía. Permite programar horarios de carga óptimos, como durante la noche, cuando la demanda es baja y la red eléctrica utiliza más energía renovable.
“Si conecto mi auto en hora pico, la IA puede retrasar la carga para evitar sobrecargar la red y reducir el uso de combustibles fósiles”, explicó Abramson. En California, un programa piloto de este tipo logró ahorrar dinero a los usuarios y reducir las emisiones al aprovechar momentos con mayor generación solar.
La lucha contra el metano: una batalla urgente
El gas metano es uno de los mayores enemigos del clima, responsable de cerca del 30% del calentamiento global. Por eso, startups como Geminus AI, con sede en Boston, utilizan aprendizaje profundo para reducir las fugas y la quema de gas en la industria petrolera.
Según su CEO, Greg Fallon, los algoritmos de Geminus simulan redes de pozos y tuberías para sugerir ajustes en compresores y bombas, evitando liberar gas a la atmósfera. “Lo que antes tomaba 36 horas de simulación ahora lo hacemos en segundos”, aseguró.
El impacto podría ser enorme: si la industria petrolera adoptara este sistema, se evitarían millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año.
Geotermia: energía limpia impulsada por algoritmos
Otra promesa verde de la IA proviene de Zanskar, una startup geotérmica de Utah que utiliza modelos inteligentes para identificar zonas con actividad subterránea capaz de generar energía limpia.
“La IA nos muestra recursos que antes eran invisibles”, explicó su cofundador Carl Hoiland. Zanskar logró reactivar una planta de energía en Nuevo México y descubrió nuevos reservorios en Nevada, desafiando las predicciones de expertos que consideraban esas zonas “demasiado frías” para ser rentables.
Este avance refuerza la esperanza de que la IA no solo consuma energía, sino que también ayude a producirla de forma sostenible.
Tráfico inteligente: menos emisiones, más eficiencia
El gigante tecnológico Google también ha apostado por la sostenibilidad mediante su Proyecto Green Light, que utiliza inteligencia artificial para sincronizar semáforos y reducir el tráfico urbano.
La iniciativa, presente ya en 20 ciudades del mundo, disminuye los arranques y detenciones de vehículos hasta en un 30%, lo que equivale a una reducción del 10% en emisiones contaminantes. “Apenas estamos rascando la superficie de lo que la IA puede hacer”, afirmó Juliet Rothenberg, directora de producto de IA de Tierra y resiliencia de Google.
Un futuro posible: la IA como salvadora del planeta
Aunque la inteligencia artificial consume cantidades significativas de recursos, los avances en automatización y energías limpias sugieren que podría convertirse en su propia redentora. De herramienta contaminante, la IA podría pasar a ser una de las armas más poderosas contra el cambio climático, optimizando procesos, reduciendo desperdicios y potenciando la transición hacia un modelo energético más verde.
La paradoja energética aún persiste, pero los científicos confían en que el desarrollo responsable y ético de la IA permitirá equilibrar la balanza a favor del planeta. “La IA —como la humanidad— está aprendiendo a corregir su propio impacto”, concluyó Abramson.


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