Año 2025. Cada semana, una nueva empresa tecnológica anuncia un lanzamiento espacial. Constelaciones de satélites, turismo orbital, exploración lunar. La carrera espacial, liderada por gigantes privados y estatales, avanza a ritmo acelerado.
Pero, mientras miramos hacia el espacio, ¿quién está mirando hacia la atmósfera?
Un equipo internacional de científicos ha lanzado una advertencia tan potente como silenciosa: los lanzamientos espaciales están dañando la capa de ozono. Y no es una exageración.
La amenaza invisible: el ozono en riesgo por los lanzamientos
Investigadores de Nueva Zelanda, Suiza, Estados Unidos, España y Rusia, liderados por Sandro Vattioni y Timofei Sukhodolov de ETH Zurich, utilizaron simulaciones climáticas avanzadas para demostrar algo inquietante:
“El aumento de lanzamientos de cohetes puede llevar a reducciones en el grosor de la capa de ozono a escala global y regional”.
La región más afectada: la Antártida, donde se concentra el agujero de ozono. En ciertos periodos, la pérdida podría alcanzar el 4%, retrocediendo décadas de progreso ambiental.
De Nueva Zelanda a la Antártida: sin fronteras en la atmósfera
Uno de los descubrimientos más alarmantes del estudio fue el alcance global de la contaminación:
“Un solo sitio de lanzamiento puede tener impactos globales.”
Los cohetes, aunque se lancen en el hemisferio norte, liberan partículas que viajan miles de kilómetros. Hollín, cloro y óxidos de nitrógeno circulan y terminan afectando zonas tan lejanas como la Antártida.
¿Qué combustibles están dañando más el ozono?
No todos los cohetes son igual de peligrosos. El estudio destaca que:
- Motores con combustible sólido y propelentes que generan cloro y carbono negro son los más dañinos.
- Las alternativas más limpias, como oxígeno e hidrógeno líquidos, tienen un impacto mínimo, pero solo representan el 6% de los lanzamientos actuales.
Cambiar el tipo de combustible y reducir los lanzamientos más contaminantes son pasos urgentes.
Una industria en auge… ¿y sin frenos?
En 2019, se registraron 97 lanzamientos. Para 2024, esa cifra ascendió a 258. Si la tendencia continúa, podríamos superar los 2,000 lanzamientos anuales en 2030.
Esto ya no es una actividad marginal. La economía digital y la comunicación global dependen cada vez más de los satélites. Pero el precio ambiental comienza a ser demasiado alto.
¿Y ahora qué? Reglas globales para proteger el futuro
El estudio propone una acción internacional urgente. El Protocolo de Montreal logró frenar el uso de CFCs, pero los cohetes y satélites aún escapan a esas regulaciones.
“Cambiar el tipo de combustible y monitorear mejor los lanzamientos tendría efectos directos y positivos en la protección del ozono.”
También se recomienda investigar más sobre los efectos de la reentrada de satélites, que podrían estar liberando partículas metálicas y óxidos dañinos.
TE PODRÍA INTERESAR