La detección que terminó con las teorías más extremas
3I/ATLAS emitió una señal de radio que el telescopio MeerKAT, ubicado en Sudáfrica, logró registrar por primera vez, un hallazgo que pone fin al debate entre ciencia y conspiración sobre su origen. Desde su aparición en los radares astronómicos el 1 de julio de 2025, este objeto interestelar —el tercero jamás detectado— generó teorías que iban desde lo científico hasta lo fantástico.

Mientras la mayoría de especialistas insistían en que se trataba de un cometa interestelar, otros, incluido el mediático astrofísico de Harvard Avi Loeb, sugirieron que podría ser una sonda extraterrestre debido a su comportamiento atípico. Sin embargo, los nuevos datos ofrecen una respuesta clara.
¿Qué detectó exactamente MeerKAT?
La señal observada el 24 de octubre no fue una transmisión artificial, sino líneas de absorción de radicales hidroxilo (OH) en frecuencias de 1665 y 1667 MHz. Estas moléculas aparecen cuando el agua del cometa se descompone por efecto de la luz solar, un proceso común en este tipo de cuerpos celestes.
En observaciones anteriores —dos intentos en septiembre— no se había detectado nada, pero la geometría más favorable del cometa en octubre, al estar más cerca del Sol, permitió finalmente captarlas.
Este hallazgo es significativo porque descarta completamente la posibilidad de que 3I/ATLAS sea una nave espacial, ya que una estructura metálica no produciría estas moléculas ni las condiciones que generan absorción de OH.
Un visitante interestelar excepcional
Más allá de las teorías extravagantes, 3I/ATLAS sigue siendo un objeto extraordinario. Se estima que tiene más de 7.000 millones de años, lo que lo convierte en uno de los cuerpos más antiguos que han pasado por nuestro sistema solar.
Su composición también sorprende a los astrónomos: según datos del telescopio James Webb, contiene altos niveles de dióxido de carbono y solo 4 % de agua, aunque otras observaciones sí muestran evidencia clara de desgasificación acuosa. Estas aparentes contradicciones no apuntan a tecnología extraterrestre, sino a los límites actuales del conocimiento sobre objetos interestelares.
Como explica la astrónoma Laura Nicole Driessen, enfocarse demasiado pronto en hipótesis alienígenas puede hacer que dejemos de apreciar los descubrimientos reales: pistas sobre la química de sistemas planetarios lejanos, procesos de formación estelar y la evolución de cometas que no se originaron en nuestro sistema solar.
Lo que dicen los expertos sobre las teorías extremas
Las redes sociales no tardaron en llenarse de explicaciones alternativas: que el cometa se fragmentó, que desplegó sondas o incluso que estaba modificando su trayectoria. Estas teorías fueron descartadas rápidamente por especialistas como Qicheng Zhang, del Observatorio Lowell, quien afirmó que no existe evidencia de fragmentación y que las imágenes muestran un cometa completamente normal.
Avi Loeb, sin embargo, mantiene su postura: si un objeto no se comporta como él espera, podría no ser natural. Pero otros científicos, como Jason T. Wright de Penn State, señalan que muchas de las afirmaciones de Loeb ignoran principios básicos de la ciencia planetaria.
Lo que viene para 3I/ATLAS
El cometa continuará su trayectoria por el sistema solar. El 19 de diciembre alcanzará su punto más cercano a la Tierra y el 16 de marzo de 2026 pasará a unos 53 millones de kilómetros de Júpiter.
La historia de 3I/ATLAS demuestra que el universo aún guarda sorpresas, pero también que las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, como decía Carl Sagan. En este caso, la ciencia volvió a poner las cosas en su lugar.

Además, los astrónomos destacan que la trayectoria hiperbólica de 3I/ATLAS confirma que procede del espacio interestelar, ya que no está gravitacionalmente ligado al Sol. Su velocidad y ángulo de entrada son consistentes con un objeto que ha viajado durante miles de millones de años a través de la galaxia, posiblemente expulsado de un sistema planetario joven. Este tipo de visitantes cósmicos son increíblemente valiosos porque ofrecen una oportunidad única para estudiar la química y dinámica de otros sistemas solares, sin necesidad de enviar misiones espaciales a enormes distancias. Cada nueva observación permite comparar su comportamiento con el de los cometas locales, ayudando a reconstruir cómo se forman y evolucionan los cuerpos helados en distintos rincones de la Vía Láctea.


TE PODRÍA INTERESAR