Japón establece estrictas directrices para el uso militar de la IA, priorizando la ética. Mientras, China impulsa la IA como herramienta de poder estatal y económico.
Tokio y Pekín avanzan por caminos divergentes en la carrera por la inteligencia artificial. Mientras Japón establece un marco regulatorio estricto y «centrado en el ser humano» para su uso militar, China acelera el despliegue de tecnologías como el yuan digital para proyectar su poder económico y geopolítico.
La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el nuevo gran campo de batalla tecnológico, y en Asia, sus dos principales potencias, Japón y China, están adoptando enfoques radicalmente diferentes. Esta divergencia no es solo una cuestión de estrategia empresarial, sino un reflejo profundo de sus sistemas políticos y ambiciones estratégicas. Mientras Japón lidera un esfuerzo por crear una IA responsable y controlada, especialmente en el ámbito de la defensa, China impulsa agresivamente la tecnología como una herramienta de poder estatal, buscando remodelar el orden económico global.
Japón: La Búsqueda de una IA Responsable y Controlada
En un movimiento pionero, el Ministerio de Defensa de Japón publicó en junio nuevas y detalladas directrices para la incorporación de la IA en sus equipos militares. El objetivo central de esta regulación es garantizar una «implicación humana adecuada» y gestionar los complejos riesgos legales, éticos y operativos que conlleva la automatización en el campo de batalla. La filosofía subyacente es la de una «IA centrada en el ser humano», un principio que busca mantener el control humano sobre las decisiones críticas.
El marco japonés establece un riguroso proceso de gestión de riesgos de tres pasos:
* Clasificación del Riesgo: Los equipos se clasifican como de «alto» o «bajo» riesgo.
* Revisión Legal y Política: Los proyectos de alto riesgo son sometidos a un comité que verifica su cumplimiento con el derecho nacional e internacional.
* Evaluación Técnica: Se evalúa la fiabilidad, seguridad y transparencia del sistema de IA.
De manera crucial, Japón ha declarado explícitamente que no desarrollará Sistemas de Armas Autónomas Letales (LAWS, por sus siglas en inglés) que puedan identificar y atacar objetivos sin intervención humana, alineándose con las recomendaciones de las Naciones Unidas. Este enfoque regulado no solo busca la seguridad, sino también una ventaja competitiva, posicionando a Japón como un líder en la gobernanza internacional de la IA y atrayendo a empresas que valoran la claridad y la responsabilidad.
China: La IA como Herramienta de Poder Estatal y Económico
En marcado contraste, China está acelerando el despliegue de la IA como un instrumento para alcanzar sus objetivos económicos y geopolíticos. Un ejemplo claro es el yuan digital (e-CNY). El gobernador del banco central de China ha promovido activamente el e-CNY no solo como una moneda digital, sino como un pilar de un futuro sistema monetario global «multipolar», diseñado para desafiar el dominio del dólar estadounidense. A pesar de su avanzada tecnología, el e-CNY todavía enfrenta obstáculos estructurales significativos, como los estrictos controles de capital de China y sus mercados financieros subdesarrollados, que limitan su atractivo internacional.
En el frente comercial, gigantes tecnológicos como Tencent están abriendo el código de sus modelos de IA, como el recién liberado Hunyuan-A13B, para fomentar un ecosistema tecnológico propio y acelerar su adopción masiva. Al mismo tiempo, el Estado demuestra su control férreo sobre la industria. Tras una larga congelación, el regulador chino aprobó en junio la asombrosa cifra de 158 nuevas licencias de videojuegos, impulsando las acciones de empresas como Tencent y NetEase y demostrando su capacidad para dirigir el sector a voluntad.
El Campo de Batalla Digital y las «Tecno-Alianzas»
Estos enfoques opuestos están convirtiendo la tecnología en un espejo de los sistemas políticos. La estrategia japonesa, cautelosa y basada en reglas, refleja su naturaleza democrática y su alineación con las potencias occidentales. Por el contrario, el modelo chino, centralizado y enfocado en la velocidad y la escala, muestra cómo la tecnología puede ser una herramienta primordial del poder estatal.
Esta divergencia está creando nuevas fallas geopolíticas y obligando a otras naciones asiáticas a tomar partido. Foros como el de Transformación Digital de Asia y el Pacífico, coorganizado por el Banco Asiático de Desarrollo y Japón, son un intento de construir una coalición regional en torno a un modelo de desarrollo digital abierto y basado en reglas compartidas. Mientras tanto, China promueve sus propias iniciativas, como la Ruta de la Seda Digital.
La consecuencia inevitable es la formación de «tecno-alianzas». En el futuro, la elección de un proveedor de 5G, una plataforma de pago digital o un estándar de IA por parte de un país será cada vez más una declaración de su alineamiento estratégico. La tecnología se está convirtiendo en una bandera, y las naciones de Asia se verán cada vez más presionadas a decidir de qué lado de la nueva cortina digital quieren estar.
La carrera por la IA en Asia no es solo una competencia por la supremacía tecnológica, sino una contienda entre dos visiones del mundo. El enfoque regulado y ético de Japón contrasta fuertemente con la instrumentalización de la tecnología por parte de China como vehículo de poder estatal. El camino que cada nación elija no solo definirá su propio futuro, sino que también trazará las nuevas líneas de fractura en el orden digital y geopolítico del siglo XXI.


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