Los mineros ilegales de Bitcoin se han convertido en una de las mayores amenazas energéticas para Malasia. Lo que comenzó como un fenómeno aislado terminó escalando hasta transformarse en una red criminal valorada en más de 1.000 millones de dólares. Y ante esta realidad, el país decidió actuar con una herramienta inesperada: drones autónomos capaces de detectar calor a distancia.
La historia comienza en silencio, en un barrio cualquiera de Malasia. Las luces parpadean, los transformadores se sobrecalientan, y los sensores registran un consumo imposible. Bajo esas señales escondidas, los mineros clandestinos trabajan sin freno, apropiándose de electricidad pública para alimentar sus granjas de criptomonedas.
Las autoridades llegaron tarde, pero ya no están dispuestas a perder más.
La nueva vigilancia aérea: drones que cazan calor
La persecución a los mineros ilegales de Bitcoin ha escalado hasta niveles cinematográficos. En las calles, la policía rastrea variaciones anormales de energía. En el cielo, drones autónomos sobrevuelan edificios abandonados, casas en ruinas y centros comerciales vacíos en busca de un rastro: una firma térmica inusual.
Las granjas clandestinas producen muchísimo calor. Ese exceso, visible desde el aire, se ha convertido en la huella perfecta para ubicarlos.
Los delincuentes lo saben. Algunos usan escudos térmicos, otros se mudan continuamente, ocupando sitios abandonados como si fueran fantasmas energéticos. Pero los drones son pacientes, precisos y no se cansan. La operación ya se compara con un juego de “pilla pilla” a escala nacional.
El fraude de los 14.000 mineros: un golpe de 1.000 millones de dólares
Desde 2020, más de 14.000 mineros ilegales de Bitcoin desviaron electricidad de la empresa estatal Tenaga Nasional (TNB). El robo asciende a más de 1.000 millones de dólares, una cifra que representa uno de los mayores fraudes energéticos de Asia.
Pero el problema no es solo económico. El viceministro de Transición Energética, Akmal Nashrullah Mohd Nasir, lo explicó claramente:
“Estas operaciones clandestinas pueden dañar nuestras instalaciones. Se convierten en un desafío para el sistema”.
La infraestructura no está diseñada para soportar cargas tan altas, y el riesgo de apagones masivos es real.
La minería es legal… pero con límites estrictos
A diferencia de otros países asiáticos, Malasia no prohíbe la minería de Bitcoin. De hecho, es legal siempre que los operadores paguen impuestos y no roben energía. Sin embargo, incluso las operaciones legales están bajo debate.
El propio Akmal señaló que la extrema volatilidad del mercado hace casi imposible que exista una “operación legalmente exitosa”. Las autoridades temen que el negocio sea tan inestable que el riesgo nunca valga la pena.
El escondite perfecto: centros comerciales vacíos y zonas industriales
Tras la pandemia, enormes complejos quedaron abandonados, y los delincuentes aprovecharon ese vacío. Uno de los casos más llamativos ocurrió en el centro comercial ElementX en Melaka, un gigantesco espacio cerrado que se convirtió en un paraíso para granjas ilegales.
En Sarawak, instalaciones forestales desiertas también fueron tomadas. Allí, la policía encontró cientos de equipos funcionando día y noche.
Cada granja clandestina no solo roba energía: pone en riesgo a barrios enteros.
El problema supera fronteras: un desafío global
A mitad del análisis, es claro que los mineros ilegales de Bitcoin no son un problema solo de Malasia. Según un informe de la Universidad de Cambridge, el consumo global de minería supera la demanda total de países como Sudáfrica o Tailandia. Aunque la mayor parte se concentra en Estados Unidos, en países con redes más frágiles las consecuencias pueden ser devastadoras.
Malasia, con su infraestructura en tensión, decidió actuar antes de que fuese tarde.
La lucha apenas comienza
La batalla contra los mineros ilegales de Bitcoin apenas inicia. Malasia, armada con drones autónomos, sensores térmicos y operativos nocturnos, demuestra que está dispuesta a defender su red eléctrica a cualquier costo. Pero la tensión entre minería de criptomonedas y sistemas energéticos sigue creciendo en todo el mundo.
El futuro dependerá de qué país logre equilibrar innovación, seguridad y consumo energético. Y en esa historia global, Malasia ya ocupa un capítulo clave donde, al final, los mineros ilegales de Bitcoin serán recordados como el punto de quiebre que obligó a redefinir las reglas.


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