En México, el llamado gigante de Concacaf parece haber quedado en el pasado. Hoy, lo que queda es una Selección Mexicana que acumula frustraciones, empates y abucheos, incapaz de mostrar el poderío que alguna vez la distinguió en la región. Esta vez, en Guadalajara, el Tricolor empató 1-1 ante Ecuador, en un partido que volvió a desnudar sus carencias colectivas y la falta de identidad que persigue al equipo desde hace varios procesos.
Un empate que dejó más dudas que certezas
El duelo frente a Ecuador representaba una oportunidad para redimirse después del descalabro sufrido ante Colombia por 4-0. Sin embargo, la historia fue la misma. Aunque México mostró cierta mejoría en los primeros minutos, el entusiasmo se desvaneció tan rápido como llegó. El gol de Germán Berterame, producto de un error de la defensa sudamericana, encendió momentáneamente la ilusión de los más de 41 mil aficionados reunidos en el estadio Akron, pero el Tricolor volvió a caer en la inconsistencia.
La ventaja duró poco. Una falta del portero Raúl Rangel sobre Enner Valencia derivó en un penal que Jordy Alcívar transformó en gol. El empate devolvió el peso de la frustración a las tribunas, donde el descontento se convirtió en un coro de abucheos que acompañó los minutos finales.
Aguirre intenta reanimar a un equipo sin alma
Javier Aguirre, quien regresó al banquillo nacional con la esperanza de recuperar la identidad del equipo, reconoció antes del encuentro que “México no puede ser tan poco competitivo”. Sin embargo, sus palabras no se tradujeron en resultados. Con nueve cambios respecto al duelo anterior, el “Vasco” apostó por una alineación más joven, con jugadores deseosos de mostrarse, pero el funcionamiento colectivo sigue sin aparecer.
El técnico mexicano justificó la rotación al final del encuentro: “Seguimos buscando jugadores para el Mundial. Estamos probando variantes, pero necesitamos que todos entiendan el compromiso de vestir esta camiseta”. Su mensaje, aunque mesurado, refleja el desconcierto de un proceso que aún no encuentra dirección.
El público pierde la paciencia con el Tricolor
En cada partido de la Selección Mexicana se repite una escena: el sonido de los abucheos supera los gritos de aliento. Esta vez no fue la excepción. Desde distintas zonas del estadio, el grito de “¡Fuera Aguirre!” resonó con fuerza. La afición mexicana, acostumbrada a exigir resultados inmediatos, mostró su descontento con un equipo que no gana desde hace más de un mes y que solo participará en el Mundial 2026 por su papel de anfitrión.
El desánimo se ha convertido en una constante. Lo que antes era orgullo y esperanza hoy es fastidio y desapego. Ni las figuras que brillan en Europa, como Santiago Giménez, Orbelín Pineda o Hirving Lozano, logran encender la chispa.
Ecuador confirma su solidez y México su fragilidad
El rival, Ecuador, mostró por qué ocupa los primeros lugares en las eliminatorias sudamericanas. Aun sin desplegar su mejor futbol, el equipo de Félix Sánchez Bas demostró orden y efectividad. Su defensa, una de las más sólidas del continente, apenas concedió una jugada clara en todo el encuentro, y su medio campo controló los tiempos ante un México sin rumbo.
Mientras los ecuatorianos aprovecharon al máximo sus oportunidades, el Tricolor volvió a demostrar la fragilidad que lo ha caracterizado: errores en la salida, imprecisiones en el pase y una desconexión evidente entre líneas.
Una generación que no termina de consolidarse
La Selección Mexicana parece vivir un limbo generacional. Los veteranos ya no pesan como antes y los jóvenes aún no asumen el liderazgo que el equipo necesita. Aguirre ha intentado combinar experiencia con juventud, pero sin resultados claros.
Futbolistas como Berterame y Lira ofrecieron destellos de carácter, pero el funcionamiento general sigue careciendo de fluidez. En el medio campo, el control del balón fue esporádico, y en la defensa los errores individuales se repiten con frecuencia alarmante.
El futuro del Tricolor, una incógnita rumbo al 2026
El empate ante Ecuador no solo evidencia un problema futbolístico, sino una crisis emocional y estructural. México no gana, no convence y no conecta con su gente. A menos de un año y medio del Mundial 2026, el tiempo para reconstruir se acorta y la presión aumenta.
El Tricolor deberá reencontrarse con su identidad si quiere evitar otro fracaso mundialista. La historia reciente muestra que el problema no es de talento, sino de cohesión y mentalidad. Si el proceso de Aguirre no logra consolidarse pronto, el llamado “gigante de Concacaf” podría llegar al Mundial como un anfitrión sin alma.


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