El Gran Premio de Austria no coronó a un piloto, sentenció a un equipo. McLaren desató a sus lobos, Lando Norris y Oscar Piastri, en una batalla suicida. Este es el veredicto sobre una victoria que podría costarles el campeonato.
El olor a goma quemada en el Red Bull Ring no solo provenía de los neumáticos, sino de los puentes que McLaren pareció dispuesto a incendiar en su búsqueda de la gloria. La victoria de Lando Norris, con su compañero Oscar Piastri pegado a su alerón trasero, no fue una simple celebración del equipo papaya; fue la dramatización pública de una guerra civil que amenaza con consumir sus aspiraciones al título. Mientras su principal rival, Max Verstappen, veía su carrera terminar en la primera vuelta tras un torpe impacto del novato Kimi Antonelli, McLaren tenía el escenario perfecto para un golpe de autoridad. En lugar de eso, nos ofrecieron un thriller psicológico sobre la delgada línea entre competencia y caos.
Los Cargos: Temeridad y Doble Discurso en el Pit Wall
El caso contra la directiva de McLaren se fundamenta en una contradicción flagrante. La evidencia es clara: desde el inicio, con Norris en la pole y Piastri barriendo a Leclerc por la segunda posición, el equipo dio luz verde a la batalla. «Tu decides la situación de carrera», le comunicaron por radio al ingeniero de Piastri, una frase que en el léxico de la F1 equivale a soltar las correas.
Y Piastri, hambriento y sin complejos, aceptó la invitación. En la vuelta 11, lanzó un ataque magistral en la curva 3, superando a Norris, solo para que el británico, en una maniobra de una astucia suprema, le devolviera el favor con un switchback en la aproximación a la curva 4. Fue en ese momento, con Piastri bloqueando neumáticos y quedando a centímetros de destrozar el 1-2 del equipo, cuando la fachada de «carrera libre» se resquebrajó.
La radio de Piastri se encendió de nuevo, pero esta vez con un tono distinto. El muro de boxes le advirtió que su maniobra en la curva 4 había sido «demasiado marginal». Aquí yace el doble discurso de McLaren: quieren el espectáculo de una rivalidad cruda, la narrativa de dos gladiadores luchando sin cuartel, pero tiemblan ante las consecuencias. Quieren vender la imagen de los legendarios duelos Senna-Prost, pero sin el riesgo real de que sus autos terminen en la grava de Suzuka.
El Veredicto: Una Estrategia Insostenible
La historia de la Fórmula 1 está plagada de rivalidades internas que definieron épocas pero que también destruyeron equipos desde adentro. La «Guerra de Plata» entre Lewis Hamilton y Nico Rosberg en Mercedes es un claro ejemplo de cómo la animosidad puede volverse tóxica, forzando al equipo a intervenir con amenazas de suspensión. McLaren parece estar jugando con el mismo fuego, pero con una ingenuidad peligrosa.
Permitir que tus pilotos luchen es una cosa. Fomentar una batalla al límite cuando el campeonato está en juego tras el abandono de tu máximo rival es otra muy distinta. Es una apuesta de altísimo riesgo, una estrategia de marketing que prioriza el espectáculo del momento sobre la estabilidad a largo plazo. Lando Norris, diplomático en la victoria, la calificó de «dura pero justa», elogiando al equipo por permitirles competir. Pero, ¿qué habría dicho si el neumático de Piastri hubiera hecho contacto con el suyo?
Retirada de Verstappen, un regalo
La retirada de Verstappen no fue solo un incidente; fue un regalo, una oportunidad de oro para que McLaren consolidara una ventaja masiva en el campeonato de constructores y para que uno de sus pilotos diera un golpe sobre la mesa en el de pilotos. En lugar de asegurar el resultado, optaron por el drama.
La pregunta que queda en el aire es si esta política de «libertad vigilada» es sostenible. ¿Podrá McLaren seguir gestionando esta rivalidad cuando la presión aumente en las últimas carreras de la temporada? ¿O estamos presenciando los primeros temblores de un terremoto que podría derribar todo su proyecto?


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