No se dejen cegar por el rojo en el podio. El tercer puesto de Charles Leclerc en Austria fue una ilusión óptica peligrosa. El veredicto: Ferrari no avanza, está estancado, y la ausencia de su líder en un momento crítico solo lo confirma.
El Veredicto del Juez: La Soledad del Tercer Puesto
Un piloto de Ferrari en el podio debería ser motivo de celebración en Maranello. Sin embargo, el tercer lugar de Charles Leclerc en el Gran Premio de Austria dejó un regusto amargo, a oportunidad perdida, a conformidad. Fue un resultado que, en lugar de inspirar confianza, sirvió para resaltar la dura realidad: Ferrari se ha estancado en la carrera de desarrollo y, en un momento de máxima presión, pareció adolecer de un vacío de liderazgo.
Las pruebas más contundentes provinieron del propio piloto. Las palabras de Leclerc tras la carrera no fueron las de un contendiente, sino las de un hombre resignado a su suerte. Admitió sin rodeos que los McLaren eran «demasiado rápidos para nosotros» y que tuvo que «sobreconducir» en la primera parte de la carrera solo para intentar seguir su estela, lo que inevitablemente degradó sus neumáticos. Cuando el piloto que lidera tu equipo admite que el podio era lo máximo a lo que podía aspirar, tienes un problema fundamental de rendimiento.
A este panorama de rendimiento insuficiente se sumó una circunstancia desconcertante: la ausencia del director del equipo, Frédéric Vasseur, el día de la carrera por «motivos personales». Si bien la razón es, sin duda, legítima e incuestionable, el momento no podría haber sido peor. Su ausencia se produjo en medio de una tormenta de especulaciones en los medios italianos que cuestionan su futuro y ponen su puesto bajo una intensa presión. Vasseur ha tenido que salir recientemente a criticar públicamente estos rumores, calificándolos de desestabilizadores.
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El equipo llegó a Austria con un paquete de mejoras que, según Leclerc, «definitivamente ayudaron», pero inmediatamente añadió el matiz crucial: «necesitamos seguir empujando para cerrar la brecha». Aquí yace la clave del espejismo de Ferrari. Las mejoras no les permitieron dar un salto cualitativo para luchar con McLaren; simplemente les sirvieron para consolidar su posición como «el mejor del resto». En la F1, si tus mejoras no te acercan al líder, en realidad estás retrocediendo.
La ausencia de Vasseur, por muy justificada que estuviera, magnificó esta sensación de estancamiento. En la caldera de presión que es Ferrari, la imagen de un equipo sin su capitán en el puente de mando durante la batalla es simbólicamente poderosa. Crea una percepción de inestabilidad, sea real o no, y alimenta precisamente la narrativa mediática que Vasseur ha estado tratando de combatir.
El Veredicto: Estancamiento Peligroso
El veredicto de este tribunal es que Ferrari se encuentra en un peligroso estado de complacencia. El podio de Leclerc no fue un paso adelante, sino la confirmación de su lugar actual en la jerarquía de la F1. Fue un resultado que enmascaró la cruda realidad de que la brecha con el equipo líder no se está cerrando.
La Scuderia no necesita podios honorables; necesita ritmo de carrera para ganar. No necesita mejoras que los mantengan en el mismo sitio; necesita innovaciones que cambien el juego. Y, sobre todo, necesita una estabilidad y un liderazgo a prueba de balas para capear el temporal mediático que siempre la rodea. El podio de Austria no fue una prueba de fortaleza, sino un recordatorio de todo el trabajo que aún queda por hacer.
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