Camila tenía solo 9 años cuando recibió su primer smartphone. “Para que se mantenga comunicada”, decían sus padres. A los 11, ya pasaba más de seis horas al día frente a la pantalla. Hoy, a los 14, lidia con ansiedad y autoestima baja. Su historia no es única. Es reflejo de una tendencia global: el acceso temprano y sin control a los teléfonos celulares.
El estudio que encendió las alarmas
Un estudio del Global Mind Project publicado en Journal of Human Development and Capabilities analizó a 2 millones de personas en 163 países. La conclusión fue clara: cuanto antes se entrega un celular, peores los indicadores de salud mental en la adolescencia y adultez temprana.
Los datos son inquietantes: pensamientos suicidas, pérdida de autoestima, trastornos de la realidad y desregulación emocional, sobre todo en niñas. La responsable del estudio, Tara Thiagarajan, propuso regular el acceso digital infantil como se hace con el alcohol o el tabaco.
¿Estudios fiables o alarmismo?
No todos coinciden. Expertos como Pete Etchells y Chris Ferguson cuestionaron el rigor del estudio, señalando falta de controles clínicos y ambigüedad metodológica. Sin embargo, otros trabajos más validados —como el publicado en JAMA Pediatrics— muestran patrones similares de adicción digital, autolesiones e impulsividad en menores de 14 años.
Lo que ocurre en el cerebro infantil
La psiquiatra Geraldine Peronace advirtió:
“El efecto de las pantallas en niños pequeños es comparable al de sustancias estimulantes”.
La sobreestimulación provoca una liberación intensa de dopamina, consolidando patrones adictivos. Y el problema no es solo la cantidad de horas, sino el modo en que se usa la tecnología: búsqueda de validación constante, contenido tóxico, bullying digital.
La edad crítica: entre los 11 y los 14 años
Según el estudio HBSC, esta franja etaria es la más vulnerable. El 44% de las niñas pasan conectadas casi permanentemente. La exposición en esta etapa interfiere con el desarrollo emocional, social y neurológico. Incluso si el hábito se modifica después, el daño ya puede estar hecho.
¿Qué pueden hacer las familias?
La psicóloga Melissa Greenberg sugiere un enfoque empático:
“Cuando les dimos el celular, no sabíamos los efectos. Ahora queremos hacer lo más saludable”.
Controles parentales, uso de teléfonos básicos, horarios sin pantalla y conversación honesta son las claves. Además, buscar escuelas con políticas claras sobre tecnología ayuda a establecer comunidad.
Supervisión activa: más que controlar horas
Silvina Pedrouzo (SAP) y Andrea Abadi (Ineco) insisten en que el acompañamiento debe incluir contenido y emociones, no solo tiempo de pantalla. Los adolescentes no están desarrollando adecuadamente habilidades sociales por vivir en la constante comparación y validación digital.
Prevención y desconexión: el poder del “modo avión”
Recomendaciones médicas:
- 0 pantallas entre 0 y 6 años
- Uso supervisado y limitado hasta los 14
- Actividades al aire libre
- Tiempo sin tecnología como rutina familiar
Desconectar no es castigo: es salud mental. La clave está en empezar a tiempo.


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