Un comportamiento común que puede esconder tensiones internas
Comerse las uñas —conocido clínicamente como onicofagia— es un comportamiento que afecta a millones de personas en todo el mundo, desde niños hasta adultos. Aunque muchas veces se considera un simple mal hábito, la psicología lo interpreta como un reflejo de procesos emocionales más profundos. Entender por qué lo hacemos puede ofrecer claves importantes sobre nuestro estado mental y emocional.
Según la Asociación Americana de Psiquiatría, la onicofagia forma parte de los trastornos del control de impulsos, al igual que otros comportamientos repetitivos como arrancarse el cabello (tricotilomanía) o rascarse la piel de forma compulsiva. En este artículo exploramos qué significa comerse las uñas, cuáles son sus causas más comunes y cuándo puede ser una señal de algo más serio.
Una respuesta inconsciente al estrés o la ansiedad
Una de las explicaciones más frecuentes es que comerse las uñas es una forma de liberar tensión. Muchas personas lo hacen de forma automática en situaciones de estrés, aburrimiento, nerviosismo o inseguridad. El acto repetitivo de morder las uñas puede tener un efecto calmante momentáneo, similar a morderse los labios o mover las piernas sin parar.
Desde esta perspectiva, la onicofagia funciona como un mecanismo de autorregulación emocional. Sin embargo, al igual que otros comportamientos compulsivos, no resuelve el problema de fondo. De hecho, puede empeorar la ansiedad al generar culpa o vergüenza, sobre todo si el daño a las uñas se vuelve visible.
Perfeccionismo y necesidad de control
Otro enfoque psicológico sugiere que la onicofagia está asociada con rasgos de perfeccionismo. Algunas personas no se comen las uñas por ansiedad, sino porque no soportan imperfecciones. Una pequeña irregularidad en la uña puede desencadenar un impulso irrefrenable de “arreglarla”, lo que termina en una cadena de mordidas.
Este tipo de comportamiento está relacionado con una necesidad elevada de control. Quienes lo padecen suelen tener altos estándares, son muy exigentes consigo mismos y encuentran en la acción de morder una forma de ordenar o corregir lo que consideran fuera de lugar. En estos casos, la conducta no es impulsiva, sino metódica y enfocada.
Comerse las uñas en la infancia y adolescencia
En niños y adolescentes, comerse las uñas puede tener múltiples significados. En edades tempranas, puede surgir por imitación o como una forma de explorar el cuerpo. En etapas de cambio —como el inicio escolar o la adolescencia—, se asocia con procesos adaptativos, como el miedo a fracasar o la necesidad de encajar socialmente.
La frecuencia y el contexto son claves para determinar si se trata de un hábito pasajero o si requiere atención. Si el comportamiento persiste, se intensifica o viene acompañado de otros signos de malestar (como aislamiento, bajo rendimiento escolar o insomnio), puede ser recomendable consultar con un psicólogo infantil o juvenil.
¿Cuándo se convierte en un problema?
Aunque en la mayoría de los casos no es peligroso, comerse las uñas puede traer consecuencias físicas: infecciones, deformaciones, daño dental o lesiones en los dedos. Pero más allá del aspecto físico, lo importante es reconocer cuándo este hábito refleja una dificultad emocional más profunda.
Si la persona no puede dejar de hacerlo pese a intentarlo, si le produce angustia, interfiere en su vida diaria o genera conflictos sociales, podría tratarse de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o de un trastorno de ansiedad generalizada. En estos casos, la intervención psicológica es clave.
Cómo dejar de comerse las uñas
Abandonar la onicofagia no es fácil, pero es posible. Algunas estrategias efectivas incluyen:
- Terapia cognitivo-conductual (TCC) para identificar los disparadores emocionales y desarrollar nuevas formas de afrontamiento.
- Productos disuasivos, como esmaltes con sabor amargo.
- Técnicas de relajación y mindfulness para reducir la ansiedad de base.
- Mantener las manos ocupadas con objetos como pelotas antiestrés o fidget spinners.
La clave está en entender qué función cumple el hábito en cada persona y abordarlo con paciencia y sin culpa.


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