PSG cerró una temporada que ya forma parte de la memoria colectiva del fútbol mundial con una noche de tensión, drama y gloria en Qatar. En el estadio Áhmad bin Ali, el conjunto parisino escribió un capítulo definitivo al coronarse campeón de la Copa Intercontinental, completar el sextete y confirmar que su proyecto deportivo alcanzó la madurez soñada tras años de intentos, inversiones y reconstrucciones.
La final frente al Flamengo fue un reflejo del recorrido reciente del PSG: resistencia, talento individual y una convicción colectiva que no se quebró ni siquiera cuando el partido se escapó de control. Tras el empate 1-1 en el tiempo regular, la definición por penales se transformó en un escenario donde el temple y la preparación marcaron la diferencia.
En ese contexto, el PSG encontró a su héroe inesperado en Matvéi Safónov. El arquero ruso, que llegó para competir por la titularidad, asumió el protagonismo total al detener cuatro disparos desde los once pasos. Cada atajada incrementó la presión sobre el rival y fortaleció la confianza de un equipo que sabía que estaba ante una oportunidad única.
La actuación de Safónov no fue un hecho aislado, sino la consecuencia de una temporada en la que el PSG aprendió a convivir con la exigencia permanente. La competencia interna con Gianluigi Donnarumma elevó el nivel del arco parisino y terminó por ofrecer una respuesta contundente en el momento más determinante del calendario.
Una final cerrada que exigió paciencia y precisión
Durante los 90 minutos, el partido mostró dos estilos que se neutralizaron constantemente. El PSG intentó imponer su ritmo a través de la posesión y la movilidad ofensiva, mientras Flamengo respondió con transiciones rápidas y presión alta. El equilibrio fue tan evidente que cada error podía cambiar el destino del trofeo.
El primer golpe llegó al minuto 38, cuando un disparo de pierna zurda de Khvicha Kvaratskhelia rompió el cerrojo defensivo brasileño. Ese gol reflejó la capacidad del PSG para generar peligro incluso en los momentos más cerrados, apoyado en individualidades que saben aparecer cuando el margen es mínimo.
Sin embargo, el empate llegó en la segunda mitad tras una acción revisada por el VAR. Un penal señalado por falta de Marquinhos permitió que Jorginho igualara el marcador. A partir de ese momento, el partido se volvió más abierto, con ambos equipos acelerando sin lograr concretar.
Los penales como escenario de consagración
La tanda desde los once pasos confirmó que la noche estaba destinada para el PSG. Nicolás de la Cruz abrió con acierto para Flamengo, pero después apareció la figura del arquero ruso. Safónov atajó de forma consecutiva los disparos de Saúl Ñíguez, Pedro, Léo Pereira y Luiz Araújo, convirtiéndose en una auténtica muralla.
Del lado parisino tampoco hubo perfección absoluta. Vitinha y Nuno Mendes fueron los únicos en acertar, pero bastó con esos dos goles para que el PSG sellara su primer título intercontinental. La celebración fue contenida al inicio y luego desbordada, consciente de la magnitud del logro.
Luis Enrique y la consolidación de un proyecto
Más allá del héroe bajo los tres palos, el foco también se posó sobre el entrenador. Luis Enrique confirmó su estatus apenas días después de recibir el premio The Best. El PSG que diseñó mostró equilibrio entre estrellas y funcionamiento colectivo, una deuda histórica que finalmente quedó saldada.
El técnico español logró que el PSG compitiera con identidad propia, sin depender exclusivamente de nombres rutilantes. La rotación inteligente, la gestión del vestuario y la claridad táctica fueron pilares de una campaña que incluyó Champions League, liga local y ahora un título global.
Un sextete que redefine la historia reciente
La obtención de la Copa Intercontinental permitió al PSG completar un sextete pocas veces visto en el fútbol moderno. Champions League, Ligue 1, Supercopa de la UEFA, Copa y Supercopa de Francia conforman un palmarés que trasciende fronteras y consolida al club como referencia internacional.
Este logro no sólo valida la inversión económica, sino también la paciencia institucional. El PSG pasó de ser un proyecto cuestionado a un modelo que combina planificación, talento joven y liderazgo experimentado, algo que se reflejó en cada fase de la temporada.
El impacto emocional en la afición parisina
Para los aficionados, el título significó una liberación colectiva. Años de frustraciones europeas quedaron atrás con una campaña que ofreció noches memorables y finales felices. El PSG ya no es únicamente una promesa, sino una realidad sostenida por resultados.
Las imágenes de Safónov celebrando, de Luis Enrique sereno en el banquillo y de los jugadores abrazados resumen una transformación profunda. El club entendió que la grandeza se construye partido a partido, incluso cuando el camino conduce a los penales.
Un cierre de temporada que marca época
Con este trofeo, el PSG cerró una temporada que será referencia obligada en análisis futuros. La Copa Intercontinental no fue un título aislado, sino la pieza final de un rompecabezas que encajó a la perfección.
El mensaje es claro: el PSG alcanzó la estabilidad competitiva que tanto buscó. La combinación de figuras decisivas, liderazgo técnico y respuesta en momentos límite convirtió este año en una narrativa completa, digna de una celebración magnánima.


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